domingo, 27 de junio de 2021

Covid y vacunas en mi casa

Covid y vacunas en mi casa

Por Giovanny Cruz Durán




Cuando nos enteramos que la niñera de mi nieto, Diego, se iba de fiesta (ahora le dicen "teteo") prácticamente todos los fines de semanas, ya era un poco tarde para tomar las medidas responsables. 

 

Tarde, porque mi hija menor, Renata, (con ocho meses de embarazo) había sido infectada por la niñera con la Covid-19. 

 

Ella, Renata, apenas tenía una semana con la primera dosis de la autorizada vacuna para las embarazadas. Yo mismo la acompañé al Ministerio de la Fuerzas Armadas, donde la trataron con todo el rigor que su estado ameritaba; lo que probablemente le habrá evitado serias complicaciones.

 

Pueden imaginar el ajetreo y angustias que nos ha generado la infección de marras. Esto, por lo especial que debe ser cualquier tratamiento anticovid para una embaraza y el peligro de infección que corríamos todos en la casa. 

 

Como pueden suponer, el contacto de ella con Diego y su esposo, Johan, es directo. Casi igual conmigo, dado que vivimos en la misma casa, sólo con un piso de por medio.

 

Desde luego que la primera medida, una vez confirmada la infección e iniciado su tratamiento, fue aislar a Renata en la casa de su hermana Fiora. Luego informar a familiares y relacionados, como también al colegio de Diego. De ahí pasar a hacer pruebas a aquellos que se relacionaban directamente con mi hija infectada. 

 

En ese sentido, debo dar un testimonio importante (recuerden que Johan Bueno duerme con Renata y tiene durante todo el tiempo contactos directos con ella): nadie más ha sido infectado de la Covid-19 en la casa. Johan y yo teníamos las dos dosis de la vacuna. Y estas nos han, realmente, blindado contra la enfermedad.

 

¡La vacuna sí funciona! 

 

Por supuesto que uno debe cuidarse. Ninguna vacuna es un escudo infalible. Empero, a pesar del contacto directo que tenemos con la infectada, salimos ilesos. Un muy buen indicio. Una buena esperanza. Una gran tranquilidad. Ah. Y no tenemos ningún chip o imán en nuestro cuerpo dejado allí al vacunarnos, como sugieren sólo los idiotas.

 

¿Vamos en la casa a bajar la guardia? Por supuesto que no. Lo que sí haremos es dormir un tanto más confiado y recomendar a todo el mundo vacunarse. Ella, la vacuna, ha librado de la enfermedad, en este caso, a tres personas de mi casa.

 

La misma Renata, con apenas una sola dosis de la vacuna, ha tenido un padecimiento controlado. La criatura todavía en su vientre, según han determinado ya su gineco-obstetra, la neumóloga, el pediatra y nuestro médico imprescindible José Natalio Redondo; nacerá sin complicaciones y no será necesario hacerle una preventiva cesárea, como llegó a temerse.

 

¡Viva la vacuna! ¡Viva la vida! ¡Vivan los profesionales de la medicina! 

 

Ya deben estar imaginando lo que estoy pensando y deseando sobre la niñera irresponsable… ¡Telón!