miércoles, 29 de abril de 2015

"Obsesión" en cinco fragmentos críticos.

Carmen Heredia, Tony Raful, Francis Mesa, Osiris Madera y Mónica Volonteri escribieron sobre "Obsesión en el 507"; una de las piezas que aparecen en el libro de Giovanny Cruz TEATRO INTENSO. Les dejo algunos fragmentos de sus críticas.


Carmen Heredia:

La obra  “Obsesión en el  507”,  de Giovanny Cruz, se acerca a la tragedia moderna,  o hablando en términos de cine, un thriller en clave de comedia y  apunta esencialmente a entretener al público. El autor construye  la obra a partir de un texto elaborado con fluidez, cuya motivación  la encontramos en la estética del cine, con un particular enfoque dramático y semiológico.  El suspense como actitud psicológica producida por la estructura dramática en tensión, está bien utilizado, y la acción, organizada de manera que el personaje objeto de nuestra inquietud, no pueda eludir su destino.  Giovanny Cruz maneja el humor ingenioso, con acierto,  presente en todo momento hasta en los de mayor tensión. Hace galas además de una erudición del quehacer teatral y de la cinematografía. De ahí la inteligente utilización de situaciones y parlamentos sacados de famosos filmes.

Tony Raful:


El aporte esencial de Giovanny Cruz en esta obra, “Obsesión en el 507”, es ventilar un proceso dramático, intenso, echándolo a girar sobre espacios de cultura cinematográfica, de retroalimentación, incorporando los diálogos a esquemas referenciales, nombres estatuidos que alcanzan el cenit nuevamente en la memoria colectiva. Para él, la incorporación de artefactos y recursos de la post modernidad aparejan la visión anclada de los rodajes citados, films que anuncian el crespúsculo de los dioses actuados. Lograr como lo hizo, dotar a los personajes de roles protagónicos confrontados bajo el rito de la espada y los disparos, la propia simulación del acto de morir, la quejumbre historiada, el marco endeble de la soledad y esa búsqueda humana hacia la personificación de nuestras neurosis, el blanco de los despropósitos, que es identificar o escoger enemigos favoritos hasta tramar el crimen, le imprime a la obra una expectación grandiosa de novela negra, que conmueve e ilustra con ese final impresionante de la muerte equivocada e injusta. Pero es teatro. Tiene las serpentinas del bufón y el rigor del escriba que refleja en sus parlamentos la lámina oscura del alma humana.

Francis Mesa:


"Obsesión en el 507", dramaturgia y dirección de Giovanny Cruz, es un trhiller teatral en el que igual hay suspenso que humor, y así, otros géneros del séptimo arte. Sólo que esto es teatro. Puro teatro. Concentrémonos en la calidad de la obra, en la dirección impecable y en las actuaciones sobresalientes. Mario Lebrón, que personifica a Homero Borges, es un veterano actor que se ha ganado un buen nombre en base a destacados papeles y, obviamente, a su disciplina. Yorya Castillo viene descollando con una fuerza impresionante. Su personaje en "Las señoritas de Avignón" y éste de la obsesiva Lucrecia Taylor lo confirman. Fiora Cruz Carretero, Blanche Borgia en este montaje, está condenada a ser un fenómeno del teatro. Ha heredado la belleza y la fuerza actoral de su madre, la primerísima actriz Carlota Carretero y el genio de su padre, Giovanny.


Osiris Madera:

Con el drama estampado bajo el nombre “Obsesión en el 507” de Giovanny Cruz, entramos a un escenario donde se transgrede la realidad Un lugar de alucinaciones donde la ficción brota de la hiper-realidad. Dos jóvenes entregadas plenamente a un proyecto de vida, conscientes en su búsqueda de un espacio propio en el rígido mundo de la actuación, conocedoras del pasado del hacer donde aspiran realizarse, se juzgan y se miden con los grandes del medio expresivo que desean dominar. Saben todo sobre actores, actrices y actuaciones.  Son ellas mismas casi imágenes de celuloide. Figuras enfrentadas por un trasfondo de miedo. Presienten por encima de ellas un observador mayor a quien nunca nombran, un no visible: el público futuro, el indefinido. Ese objeto y objetivo último del hacer de todo artista y de todo arte. El presente en cualquier parte y a quien realmente no ves, ni puedes ver porque es informe.  No es una persona. ¡Es el público! Es el fantasma quien domina la realidad del mundo post moderno tras la individualización del hombre masa. Aquellas dos muchachas entregadas con abnegación a perfeccionarse intuyen aquel ser total.

Mónica Volonteri: 


Obsesión en el 507 es un texto dramático construido con el cuidado del artesano experto que no encomienda al diálogo ni las acciones, ni la caracterización de los personajes.  La construcción de los personajes es acción y palabra; y la trama a  su vez se construye con la tensión de las acciones. Es, podríamos decir, un texto clásico y claro, que cualquier buen director puede montar de manera exitosa.
Pero a su vez, es una puesta en escena que apuesta al encierro, al delirio, al juego envenenado, a la mezcla de planos con lo real, lo representado, la actuación en vivo y la película. Es un juego semiótico perpetuo con miles de planos que se atomizan que se disuelven y se funden para crear una confusión que justifique las acciones absurdas y vuelva verosímil el mundo cerrado de Blanche y Lucrecia, donde el ciego se vuelve el fisgón a quien hay que sacrificar. El mundo de la imagen asesina al mundo de la literatura. He aquí la paradoja: te mato porque me espías aunque no me puedas ver.