domingo, 25 de noviembre de 2018

Incienso de mirra y magia de diciembre

Incienso de mirra y magia de diciembre
Por Giovanny Crruz Durán

¡Si! ¡Estoy convencido que existe una magia especial en cada uno de los diciembres del universo conocido! 

Ese viejo encantador y poético que es el Otoño, cuando se hace más viejo todavía, exactamente durante estos días, comienza a acondicionar la tierra para la magia que vendrá en mayor intencidad desde el primero de diciembre. 

En estos momentos se adelantan algunos de mis duendes preferidos. Esta madrugada —¡Lo juro por Egle, la ninfa que creo el esplendor del universo!— vi a Abaturc (siempre dispuesto a ayudar), a Igor (portador de  la abundancia) y a Prixies (que nos enseñó a danzar) saltando traviesos en la terraza-balcón que da exactamente a mi habitación privada.

Pero, indudablemente, que esa magia que discurre en el último mes del año, llega acompañada por un aroma peculiar: el incienso de mirra. 

Es mandatorio para todos los que creemos en los buenos augurios, encantamientos y hechizos, quemar mirra al iniciar diciembre, hacerlo después en la noche de cada uno de sus viernes y, por supuesto, el 24 y el 31 del mes en cuestión. So pena de quedar tan ciego que no puedan apreciar jamás las maravillas de este mundo venturoso, en donde la belleza del cosmos tiene entre nosotros sus representantes: 
El expetactante ojo de la noche, el nectíboro picaflor, la mariposa monarca, el trasmutante camaleón, las flores, la puesta de sol de todas las zonas orientales, los poemas de Paul Éluard, las "Aguas Primaverales" de Turguenev, la voces de esas amadas que regresan por completo o a medias, los míticos pañuelos que utilizaba Samia Gamal en sus danzas hechizantes, la escultura inconclusa de Michelangelo que conservan en el Hermitage, "El beso" de Klimt, los besos furtivos de amantes escondidos en los zaguanes, el hamsa o mano milagrosa de la Fátima de Marruecos, ese hijo del sol al que llamamos fuego y que según Borges "nadie puede mirar sin un asombro antiguo", la revelación de Lorca cuando confesó estar "Herido de amor" y cientos de maravillas prestadas que aunque he  identificado... el egoismo me impide mencionar. 

Para los que todavía no están del todo convencidos, aporto unos datos que pueden ayudar a comprender mejor unos de los grandes misterios de estos tiempos: la mirra antes mencionada.



Afrodita, de origen fenicio, era en la mitología griega la diosa del amor, la lujuria, la belleza, la sexualidad y la reproducción. Esta caprichosa diosa podía lograr que cualquier hombre se enamorase de ella sólo con mirarlo. 

Perséfone era hija de Zeus. Su tío Hades (dios del Inframundo) se enamoró de ella un día que la joven diosa recogía narcisos. Hades se la llevó a su subterráneo mundo. Zeus ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, pero esto ya no era posible pues ella había comido un grano de granada. Y un bocado de cualquier producto del Tártaro (el lugar mas profundo del Hades) implicaba quedar encadenado a él para siempre.

Mientras, la princesa Mirra vivía aislada en el castillo de su padre Ciniras, rey de Asiria. Siendo este el único hombre que la princesa había visto en realidad. Mirra era muy bella. Tanto, que se atrevieron a decir que era mas hermosa que la misma Afrodita. La orgullosa diosa se enfureció y la castigó a sentirse atraída sexualmente por su padre.


Ayudada por su nodriza Hipólita, Mirra hizo creer a Ciniras que había una hermosa doncella enamorada de él y que lo esperaría una noche en su dormitorio. El rey fue a la habitación y sostuvo relaciones sexuales con ella durante doce noches; pero siempre en la penumbra. Sin embargo, la noche número trece... Ciniras decidió ver el rostro de su amante... y al encender un candil descubrió que se trataba de su propia hija. Dispuso que fuese ejecutada inmediatamente. Pero Mirra logró escapar. Deambuló angustiada por las tierras orientales. Luego de millones de súplicas consiguió que Zeus la perdonase; aunque fue convertida como penitencia final, en el aromático árbol que produce el incienso de mirra.

No obstante, el enojo de Ciniras no terminaba. Hasta ella llegó cuando ya la princesa había sido convertida en el afamado y aromático árbol. Al Ciniras verla disparó una flecha, con un líquido lechoso en su punta (hum), que se enterró en la corteza del dichoso árbol. Justo a los nueve meses de esto nació un niño al que llamaron Adonis, cuya belleza fue celebrada en todo el universo espiritual y terrenal griego.


Cuando el eternamente hermoso Adonis creció, fue motivo de disputa entre varios dioses. Al conocerlo Afrodita, quedó prendada de él. Lo conquistó y lo encerró en un cofre para que nadie lo pudiera disfrutar. Para su cuidado entregó el cofre a Perséfone. Esta diosa abrió el cofre y también quedó prendada de la belleza de Adonis. Lo conquistó. Pero Afrodita no estaba dispuesta a dejar escapar su antiguo amor. Lo hechizó con su mirada y lo reconquistó.


Un día, cazando en los montes del Líbano, lo vio Apolo que, celoso de su belleza y disfrazado de jabalí, lo mató con una de sus legendarias flechas. Otra vez Adonis regresó al Inframundo y a los brazos de Perséfone. Afrodita le llevó el chisme a Zeus argumentando que no era justo que Perséfone disfrutara por siempre de la belleza de Adonis. Zeus resolvió la disputa de las diosas disponiendo que joven viviera un tiempo con una y la misma cantidad con la otra. Esto originó las estaciones en la tierra. Con Afrodita: inicio de la primavera y la desnudez del verano. Con Perséfone: inicio del otoño y el invierno. 

¿Ven, entonces, todo el misterio y la magia que hay en eso que quemamos para espantar los espíritus del mal?

¡Ay dioses! ¡Cientos de duendes, todavía no invocados, ahora mismo han entrado cantando y
 bailando a mi biblioteca! ¿No me creen? ¡Lo juro por esas hijas de Zeus a las que invocamos
como ninfas: Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania.

¡No puedo con esta suerte tan grande! ¡Corran... corran... corran... tiren, carajo carajete, el... telón telonete!

domingo, 11 de noviembre de 2018

Novato en los 65

-->
Novato en los 65
por Giovanny Cruz Durán.


Una muy simpática anécdota cuenta que los libros decidieron elegir a uno de ellos como presidente. Luego de muchas ponderaciones declararon al Diccionario su comandante en jefe. La ceremonia de proclamación fue realizada, por supuesto, en Suecia. Cuando le tocó el turno de pronunciar el discurso de aceptación, el Diccionario dijo: “No tengo palabras para expresar...”

¿Lo captaron? ¡El Diccionario no tenía palabras para agradecer la distinción! ¡Bárbaro!

Los actores (los de formación, aclaro), por razones obvias, somos dentro de los artistas los amos de las palabras. Un ser humano normal apenas maneja unas 300 distintas. Una persona con una cultura aceptable utiliza 500 palabras. Un escritor promedio suele usar unas 3000 palabras solamente (Cervantes -¡qué bárbaro!- utilizó en sus obras 22, 959 palabras diferentes). Sucede que, siendo actor y escritor, como el diccionario no he encontrado las mejores palabras para escribir lo que siento al llegar hoy a mis primeros 65 años. Me dispensan por la inseguridad de novato. Es que acabo de arribar.

Se me ocurren apenas (¡qué miserable soy!) unas cuantas para expresar la llegada a este momento: 

He amado. He sido amado. Tengo pocos amigos entrañables. Hijos a quienes sirvo con devoción. Seguro que habré destrozado algunos corazones por ahí. Y a mi algún que otro amor ha destrozado el mío; pero he logrado reconstruirme en mis propias cenizas (¿Acaso debí decir... miseria?). 
Estoy seguro que habré hecho algún daño sin querer, por aquello de que en la categoría de escorpión no se puede querer sin hacer daño. 
He cocinado manjares "imposibles". He danzado, presidiendo la bohemia, en salones distinguidos y en tugurios, desde tango hasta todos los ritmos tropicales. 
He sexualizado dentro de la poesía, sobre sábanas estrujadas, encima de la tapa de mi coche, en medio del mar, en zaguanes oscuros, parado en pasillos, cobijado por la lluvia y titiritando por el frío. 
He exorcizado demonios que llegaron mostrando seductoras cabelleras, antes de convertirme en uno de ellos.

He escrito y publicado un montón de obras. He actuado en mucho mayor cantidad de ellas. He dirigido otras tantas. Haciéndolo, he tenido que desafiar a muchos. Entre ese grupo ha estado lo Imponderable. Me han otorgado algunos premios...

En fin, como Neruda, confieso que he vivido entre pasiones en estos iniciales 65 años.

Como buen escorpión, de espíritu y ponzoñas en ejercicios, necesito con vehemencia... SABER. Y ocurre que hoy mismo, exactamente hoy, no sé absolutamente nada lo que ocurrirá en los próximos 65 años de la segunda etapa, mucho menos de la tercera.

Ah, porque mis hijas y mi cardiólogo están empeñados en hacerme eterno. Admito que ese asunto no me incomoda. No por mí, sino... porque no estoy del todo convencido que ustedes estén preparados para perderme.

Tengo asuntos pendientes que, por si acaso, me apresuraré en realizar inmeditamente: 

Poner en escena “El último personaje de Cecilia B”, llevar al cine tres guiones concluidos, reponer (como me exigen Lillyanna Díaz y José Rafael Lantigua) “La virgen de los narcisos", terminar la novela que está en proceso, otros dos libros de cuentos, una obra teatral de tema gay que he prometido a uno de mis actores favoritos, meter la mano en una película que harán sobre un texto de Tony Raful; publicar un libro de poema sobre Anacaona, como ha estado demandando el poeta Mateo Morrison; actuar, junto  Exmin Carvajal y Mario Lebrón, en la obra “El vestidor”; recoger en Suecia el Nobel de Literatura; “malcriar” a mis nietos; convencer a todos que existen dos seres humanos: los que usamos Mac... y el resto; procurar los poemas que no he leído, leer esa novela perfecta que aun no se publica, celebrar las sonrisas de la próxima amada... y encontrar las palabras perdidas que me faciliten -¡por fin!- contarles tantas cosas que estoy casi olvidando.

¿Me permiten una indiscreción? He sido radicalmente feliz...y contando. He aceptado, después de todo, que son prestadas todas las maravillas del mundo.

No quisiera, pero tengo que repetir lo usualmente acostumbrado antes de los 65...

¡Telón!

jueves, 8 de noviembre de 2018

Ballet Nacional exhibe carga de creatividad

-->

Ballet Nacional exhibe carga de creatividad

Por Carmen Heredia.

Es indudable que nuestro Ballet Clásico Nacional ha obtenido un verdadero éxito con la producción que han titulado "Loading". Las diversas críticas, los aplausos de los espectadores y los comentarios generalizados de los diletantes testimonian el éxito. Abrimos espacio en esta La Pasión Cultural a la muy bien elaborada crítica, publicada en el periódico Hoy, de la gran escritoria y artista Carmen Heredia.

El Ballet Nacional, que dirige el profesor Armando González, presentó su “Gala de Otoño”, bajo el título de “Loading” –cargando- el pasado fin de semana, en la Sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes.
El programa dio inicio con el “Grand pas Classique”, obra maestra de Víctor Gsovsky, en homenaje a Petipa, y música operística de Daniel Francois Auber. El brillante y demandante paso a dos, de elegante estilo, fue interpretado con buen nivel por los bailarines Maykel Acosta y María Valeria Melogno. Un único momento clásico, como para recordar los orígenes del otrora Ballet Clásico Nacional.
El arte dancístico emana de una fuente interior, y todo el ímpetu está puesto en transformar las vivencias en formas y movimientos que se externan. La danza moderna, posmoderna o contemporánea, cualquiera que sea su denominación, con su libertad de movimientos y su pluralidad de símbolos, abre un mundo infinito de posibilidades para la creación artística.
El problema existencial del hombre, la complejidad del ser, sus conflictos y sentimientos, temores y anhelos, la incertidumbre del porvenir, son motivos de inspiración para el hacedor contemporáneo, y es que la danza como cualquier otro arte es siempre reflejo de su tiempo. Siguiendo esta línea conceptual, el Ballet Nacional presenta cuatro coreografías de jóvenes dominicanos pertenecientes a la institución estatal.
“Sin Fin”, coreografía de María Emilia García, es un ejemplo de la incertidumbre del ser “cada segundo nos consume por dentro y por fuera”. El lenguaje creativo y armonioso de esta joven hacedora de danza es expuesto a través de ella misma y los bailarines Yuleidi Pérez, Joel Rodríguez, Elio Orozco. La música contemporánea enfatiza momentos… “largos”, “eternos”.
La coreógrafa Laura Benítez, presenta su solo “Dante”, sin ningún texto explicativo. La abstracción de la danza, perfectamente enmarcada en la música oscura y abstracta de Haxan Cloak, nos permite el libre albedrio, es acaso un homenaje a “Alighieri”, no lo sé, pero el título irremediablemente nos remite al famoso personaje pre-renacentista.
Finalmente lo importante es la belleza del movimiento danzario creado, expresado a plenitud por la bailarina Carla Barina, cuyo cuerpo maleable convierte su danza en un verdadero poema.
De la abstracción pasamos a un momento de gran colorido. Alexander Duval, sin duda influenciado por su permanencia dentro del Ballet Hispánico de New York, nos presenta su coreografía “Sentimiento Latino”, que nos recuerda el “Club Havana”.
El sentimiento latino plural es la suma de sus individualidades, y cuando el coreógrafo se inspira en música de compositores específicos y ritmos determinados específicamente cubanos, el sentimiento se hace particular, aun con sus aires de jazz caribeño, por lo cual la dominicanidad no se expresa a través de esta música, en este Sentimiento.
Independientemente de la ausencia de nuestros grandes compositores, y de nuestros ritmos autóctonos, la creación coreográfica una especie de “Variete”, es hermosa, creativamente rítmica, exquisitamente bailada por nuestros excelentes bailarines: Yuleidi Pérez, María Emilia García, Lisetty Campo, Cora Collado, Estefany Almonte, Carla Barinas, Joel Rodríguez, Maykel Acosta, Eliosmayquer Orozco, Erick Guzmán, Pablo Paredes y Alexander Duval.
Cada segmento ha tenido elementos escenográficos atractivos y luces apropiadas. El vestuario de Renata Cruz Carretero, de buen gusto, privilegia apropiadamente el color rojo, siendo un punto a resaltar.
Luego del intermedio, el programa cierra con la coreografía que da nombre al espectáculo “Loading”, original de Pablo Pérez. Siete piezas independientes pero conexas, nos presentan al hombre de hoy atrapado en el laberinto de la tecnología que nos aísla, y nos convierte en máquinas humanas, “perdiendo la capacidad de ver, de seguir descubriendo el mundo que nos rodea”.
En cada propuesta se decanta la creatividad de Pablo Pérez, su danza posmoderna o contemporánea, no importa la denominación, está asociada a lo dionisiaco y al caos. La fragmentación es parte esencial, y apartada de la narrativa aristotélica, enfatiza la expresividad de los bailarines, que responden admirablemente. El “collage” musical entre “The Haxan Cloak excavation” o “The Dropp”, “Olafur Arnalds Hand, Be Still”, “Nathan lanier –sand- y Revolt, hasta “Golberg variations, Juan S. Bach”, se adecúa a cada pieza, y el vestuario con su color gris metal, es la alegoría perfecta, un acierto más del propio coreógrafo. El final “Loading Future” en una apoteosis de esperanza, en la que participa toda la compañía. La técnica clásica sin duda potencializa la belleza de cada movimiento.