Repercusiones locales de Ícaro y Sísifo
Por Giovanny Cruz Durán.
Ícaro:
Dédalo, padre de Ícaro, fue el arquitecto que construyó el laberinto de la isla de Creta. Un día decidió escapar de la isla en secreto; pero dado que el rey Minos controlaba las aguas y la tierra, fabricó unas alas para él y su hijo Ícaro. Enlazó las plumas uniendo con hilo las centrales y con cera las laterales. Advirtió a Ícaro que procurara jamás volar muy alto porque al acercarse al sol se derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Ambos asuntos resultarían catastróficos, como fácilmente puede entenderse.
Dédalo e Ícaro, efectivamente escaparon volando. Pero luego de rebasar varias islas, Ícaro se entusiasmó y voló muy alto, próximo al sol. La cera se derritió. Ícaro cayó.
Con su vuelo Ícaro desafió a la naturaleza y a los dioses, únicos que podían llegar tan alto. Pagó por ello.
Sísifo:
Fundador y rey de Éfica, luego llamada Corinto. Había sido testigo de una supuesta violación realizada por Zeus a la hija del dios fluvial Asopo. A éste fue con el chisme. Cuando Zeus se enteró, envió a Tánatos (la muerte) a buscarlo. Pero Sísifo, mediante engaño, logró encadenar a Tánatos. Al hacerlo, impidió que por largo tiempo alguien muriera sobre la tierra, hasta que el dios Ares liberó a Tánatos. Como castigo, este puso a Sísifo bajo su custodia en el inframundo. Pero Sísifo pidió le permitieran regresar para vengarse de su esposa, que no le había formulado las debidas honras fúnebres. Prometió regresar inmediatamente cumpliera su venganza. Cuando estuvo de nuevo en Corinto, rehusó volver al inframundo, viviendo allí dudrante varios años hasta que murió de forma natural.
Otra vez en el inframundo (de ese destino nunca nos podremos escapar definitivamente), Sísifo fue condenado a subir una pesada piedra por una colina. Justo antes de llegar a la cima, la piedra resbalaba y Sísifo debía volver a ejecutar la acción por toda la eternidad de la muerte.
Este mito se ha interpretado de diferentes maneras. Albert Camus para validar el absurdo de la condición humana en su devenir por la vida. En el siglo I antes de Cristo, Lucrecio vio en el mito a los políticos que aspiran a un cargo, con la búsqueda del poder como algo fútil, semejante a rodar inútilmente la roca hacia una colina.
Un caso local, muy vigente en estos días, me ha obligado a pensar en ambos mitos. Esto, porque el “establishment” te permite accionar durante un tiempo (como Ícaro y Sísifo); pero si lo desafías constantemente, al final de la jornada serás dura y eternamente castigado por los dioses.
Ojalá que nuestros particulares y recientes Ícaros y Sísifos se vean reflejados a tiempo en el espejo de sus mitos. Hasta los iletrados tienen algunas veces la oportunidad de la reflexión. Aunque para hacerlo tengan que escaparse de ellos mismos y del país por algún tiempo.