sábado, 21 de noviembre de 2009

PALABRAS ENCADENADAS





Fuia ver el estreno (arrastrado por la actriz Giamilka Román) de laobra del dramaturgo español Jordi Galcerán,“Palabras Encadenadas”; bajo la dirección de EnriqueChao.



Realmenteel texto de Galcerán no me impresionó mucho. Hace unos meses vimosuna obra suya, "El Método Gronholm”,que aunque con deficiencias dialécticas y sobre abundancia depalabras, era un texto francamente inteligente y bien llevado por unbuen elenco dominicano.
Eltexto de “Palabras Encadenadas” tiene errores indigeribles. Porejemplo: No se justifica que a pesar de la manifiesta preferenciasexual del protagonista, este siga angustiado por la separación dela esposa. Asímismo, encuentro inconsistencia en los sucesos de latrama, cuyas concatenaciones no siempre están bien manejadas.


Elfinal que propone Enrique en su montaje es, francamente, mejor que elde Jordi.
¿Traición?Desde luego que no. Existe un texto literario (del dramaturgo) y untexto dramático (del director).



Estavez la puesta en escena salva el evento. Enrique Chao logra una buenaatmósfera escénica; una realización teatral cuidada, depurada,fina y profesional.


Ustedpuede diferir o no de los conceptos teatrales de Chao, pero tiene queadmitir que sus representaciones resultan limpias. Su estética estáahí. Ya no podemos verla como un mero accidente.


Partiendode mi viejo concepto de que es una estupidez dirigir a losdirectores, me limito como testigo a revisar lo que he visto.


Laplástica lograda por Enrique me entusiasmó. Creo que uno de losbuenos aciertos de la noche de estreno fue el casi coreografiadomovimiento actoral.


Eneste mismo tenor plástico tengo que aplaudir la escenografía deFidel López y las luces de Lillyanna Díaz; aunque no siempre logranjustificar, deviniendo la obra en un sótano, los cambios deambientes en la iluminación. Desde luego que los directores se tomanalgunas licencias.



Lasactuaciones de Robmariel Olea (Laura) y José Roberto Díaz (Ramón)son correctas sin llegar a ser espectaculares. Ambos hacen un trabajoactoral adecuado, a pesar que la falta de garras de los personajesdel dramaturgo les impide bordarlos.


Aquíme detengo un poco para explicarme: Cuando unos personajes no estánbien diseñados por el autor por más esfuerzos que hagan el directory los actores, nunca podrán llegar perfectos a los espectadores.Definitivamente Galcerán no logra, en los confusos personajes deesta pieza, la profundidad y la lógica que sirven de insumos paralas actuaciones.


Enmi juicio, en este caso, el trabajo escénico es superior a ladramaturgia; aunque uno desea un poquito más de José Roberto yRobmariel. Ensu provecho admito que en esta obra superaron sus actuacionesanteriores. Ahora ambos lucen decididamente con mayor organicidad,aunque repiten pequeños recursos.


Séque la realización crecerá en las próximas salidas, como ya escostumbre en el teatro dominicano. Aún así me aventuro a haceralgunas recomendaciones: José Roberto debe arriesgarse más paraevitar la frialdad académica de dos o tres momentos. Robmariel tieneque cuidar su ocasional tendencia al melodrama.


Empero,recomiendo ver la obra. En ella el talento dominicano sobresale porencima de todo. Estoy contento.