jueves, 24 de noviembre de 2016

El viaje del Hombre... y su universo

El viaje del Hombre... y su universo
Por Giovanny Cruz Durán.

 
Galaxias

 El Hubble (telescopio que orbita en el exterior de la atmósfera en una trayectoria alrededor de la Tierra) ha logrado extraordinarias imágenes de millones de galaxias, en las que aparecen miles de millones de estrellas con innumerables sistemas planetarios.

Las galaxias se forman de materias ordinarias que se juntan y cohesionan dentro de la llamada Materia Oscura que las rodea. Ésta es una materia, invisible al ojo humano, que rodea a cada una de las galaxias y es, dicha Materia Oscura, la responsable de que las diferentes galaxias se mantenga unidas dentro de sí mismas. Hay casos en los cuales dos galaxias se estrellan una con otra y terminan canibalizándose. ¡Asombroso!

—¿Los he mareado?

Nacimiento de una galaxia
Una estrella se forma con una explosión en un punto sin largo ni diámetro y más pequeño que la cabeza de un alfiler; pero con tanta intensidad dentro que logra el estallido vital que ha formado los distintos elementos del universo... y al universo mismo. A ese punto es lo que se llama Singularidad Gravitacional (o espaciotemporal, que desde una punto de vista físico se define como una zona de espacio-tiempo donde no se puede establecer alguna magnitud física relacionada con los campos gravitatorios, tales como la curvatura u otras particularidades). 

—¿Sacuden sus cabezas?

De allí venimos. Ahí nos formamos. En la Singularidad, o curvatura del espacio, nació realmente el cosmos.

Los científicos actuales se desviven tratando comprender y conceptualizar la llamada Expansión del Universo... y su propósito. Pero, todo este movimiento universal, este transcurrir de la gravedad cero  hasta la  Materia Oscura, luego a miles de millones de estrellas que se agrupan en millones de galaxias; se originó en un punto específico. En lo que he llamado la Singularidad de las singularidades o Curvatura Absoluta del Espacio. Un punto aún más pequeño que el de las singularidades mencionadas. Pero, también, más intenso que el espectro gravitacional de ésta. Tan potente, que fue capaz (en un proceso que duró millones de años) de explotar dentro de si mismo y conformar todo el universo. ¡Todo el hermoso y coordenado universo!

—¿Me siguen?

Resalto que en todo esto hay un orden matemático. Si esa matemática hubiese fallado, no se habría formado el universo. Si esa “explosión” (recuerden que el término Big Bang sólo es un chiste que hizo alguna vez un científico) no hubiese sido perfectamente coordinada, las partículas cósmicas (galaxias) resultantes, hubiesen colapsado hace millones de años. Si esa matemática falla ahora, si no es capaz de organizar hasta las necesarias canibalizaciones galácticas, llegaría el Caos definitivo y determinante.

Si faltara el plantum en los océanos, los peces pequeños no podrían alimentarse. Si éstos no prosperan, los grandes animales marinos morirían de hambre. Si la tierra no ardiera en su centro, se destruiría nuestro planeta. Si ardiera demasiado, si no existieran los inviernos exteriores... sucumbiríamos. Pues ese mismo proceso de vida ocurre en el macro universo.

Todos, el universo y particularmente nosotros, vivimos pendulando de algo que conocemos muy bien los seres humanos y que debemos tener el cuidado de no ponerlo en peligro: el equilibrio.

Inicio del universo
 A ese equilibrio cohesionante, inimaginablemente pequeño, del espacio del cual venimos, y probablemente hacia donde vamos; para que el siempre limitado pensamiento del Hombre pudiese entender, le hemos asignado el nombre de Dios. El cual, estoy absolutamente convencido, sólo se puede manifestar; no pensar o sentir. Lo hace no sin sobresaltos cósmicos, porque él-ello, junto a su universo, también es parte de esta transición... de esta expansión. Porque él-ello, y su universo, también está evolucionando procurando el perfecto equilibrio final. Eso deberá ocurrir cuando las millones de galaxias sigan siento inmensas, pero tan densas que sin perder sus intensidades quepan dentro de la suya.

—¿Entonces, es ése el verdadero propósito del universo? ¿Hemos nacido sólo para hacer un viaje que nos prepararía para la bastedad inextricable de la Muerte (como diría Camus) y comenzar otra vida justo en el origen?

Efectivamente, nuestro Dios-universo ha estado viajando dentro de una singular  intensidad, que requiere de ese curvado viaje para curar sus imperfecciones (¿o “heridas”?), para lograr el último e imprescindible equilibrio. Para en él, ser infinitamente tranquilo y feliz.

Mientras, él-yo y él-tú... crecemos... nos perdemos... nos reencontramos... nos expandimos... e intentamos regresar del Caos a la Luz.

¿Han escuchado la expresión de que somos hijos de la muerte? La decimos algunas veces y no sabemos que, literalmente, venimos ciertamente de ella. Cuando una estrella explota... muere. De su núcleo salen entonces los elementos que han formado todo lo que conocemos del universo. Nuestro sol es un residuo, de tercera generación, de otras estrellas. Igual que nuestro planeta. Pero —¡asombroso!— también nosotros somos... polvo de estrellas muertas. Entonces... polvo somos y en polvo, finalmente, nos convertiremos.

Creo haber explicado (¿o comprendido?) el ciclo: como entes del universo, empezamos un viaje procurando el vellocino de la perfección para regresar después justo al punto de partida.

—¿Podría gritar... Eureka?

Paradoja de tiempo
Un asunto me inquieta: si este proceso acaso ha ocurrido en una burbuja de curvatura del espacio-tiempo, todo esto ha sido sólo una paradoja y cuando regresemos podríamos enterarnos de que en el espacio-tiempo esto no ha ocurrido en miles de billones de años como hemos supuesto; sino en menos de una micra de segundo.

—¿Acaso yo-tú apenas hemos sido una quimera?

Guardo silencio durante un rato para luego, entre dulzuras, solicitar que esta vez corra despacio el... ¡Telón!