lunes, 2 de agosto de 2010

¿Teatro Comercial versus Teatro de Arte?


Hace un par de noche compartía con dos actores y una modelo en el restaurante Boga-Boga (como asegura Mario Lebrón: Sede central de mis tertulias), cuando a uno de ellos se le ocurrió formular una pregunta de las llamadas capicúa:  

¿Teatro Comercial versus Teatro de Arte?

La pregunta realmente era simple. Lo complejo era responderla. El clisé nos llevaría decir que el Teatro Comercial es aquel que solamente persigue hacer dinero. Pero no es tan sencillo el asunto, si nos alejamos de la reflexión-panfleto. Porque cuando hago obras como “El Sucesor”, “Barrio 7 Tumbas”, “Los Diablos”, etcétera; quisiera ganar dinero con ellas.

Estoy seguro que los grandes de las artes plásticas Da Vinci y Miguel Ángel deseaban que sus pinturas les proporcionaran emolumentos. Shakespeare, Lope de Vega y Tirso de Molina necesitaban que sus obras fueran éxitos también en el plano comercial. Por aquello de que cuando vamos a una estación de gasolina, a un supermercado, a una bodega, a una tienda o a un restaurante y decimos que no nos cobren porque somos agentes culturales y hacemos arte de Arte; no nos hacen caso y nos cobran como a todo el mundo.

Los dos teatros (sin son hechos por auténticos profesionales) tienen buenos actores. Ambos deben divertir (desde luego que al espíritu). Ambos deben tener una factura de calidad. Ambos deben ser escrito por verdaderos dramaturgos.

Entonces ¿dónde está el meollo del asunto?

 Hace unos días estaban presentando en Bellas Artes la pieza "Baño de damas" de clara y grosera factura comercial. Hace varios años se presentó en Nuevo Teatro la misma obra, pero en una puesta en escena de Teatro de Arte (que entre muchas figuras teatrales contaba en su elenco con: Carlota Carretero, Karina Noble, Oleka Fernández, Delta Soto, Elvira Taveras, Augusto Feria y Monina Sola; dirección de María Castillo) que resultó exitoso. De lo sublime a lo ridículo.
El Teatro Comercial, comedia o drama, siempre será más ligero. Nunca procurará que el espectador “pierda el tiempo” pensando o reflexionando mucho. Como la masificación es una condición dada de este tipo de teatro se procura en él cierto preciosismo simple. La escenografía tiende a ser más decorativa que creativa. El vestuario buscará más efecto entre espectadores que servir a la naturaleza de los personajes. En el Teatro Comercial el mensaje nunca tiene gran profundidad. Los personajes o no tienen importantes conflictos o estos son más enunciativos que otra cosa. Caracterizar personajes en este tipo de teatro es sencillo para el actor porque jamás exigirán caracterizaciones especiales y distintivas.

Pero en el Teatro de Arte...

En el Teatro de Arte, en cambio, las actuaciones son comprometidas. Los personajes demandantes. El proceso creativo es intenso. Se persigue que el goce ocurra en el umbral del espíritu. La estética es avanzada. El Teatro de Arte siempre nos dice algo. No importa que estemos o no de acuerdo con ello; pero en él se expresan asuntos trascendentes para la humanidad. Generalmente los actores del Teatro de Arte tienen mayor cultura y preparación. Estudian con mesura sus personajes o procuran descubrir los secretos, símbolos, enigmas y mensajes contenido en las lineas de la puesta en escena. El vestuario y la escenografía son manejados como elementos trascendentes de la propuesta teatral y no como complementos para “encantar bobos”.

Desde luego que el Teatro de Arte encontrará valores literarios en el texto teatral, el cual nunca será manejado como pretexto.

Las puestas en escena del verdadero Teatro del Arte resultan cuidas, limpias, inteligentes y bien llevadas.

Jamás sacrificará la calidad por la cantidad. Aunque esta nunca debe ser despreciada. Por aquello de que lo ideal sería que el buen teatro consiga respaldo de espectadores.

Actuando en el Teatro de Arte

Para un artista hacer Teatro de Arte tiene que estar dotado de condiciones culturales muy delicadas. Debe saber cuál es su rol social y asumirlo. Hacer este tipo de Arte es un compromiso que casi llega al sacerdocio escénico. Se requiere renunciar a lo fácil. Lo fácil es muy dañino dentro del Arte.

Desde luego que cada día son más los adeptos del Teatro Comercial, que produce mayor difusión y logra, inicialmente, mejor mercadeo para los actores que lo realizan. Y digo inicialmente porque a la larga el sacrifico que entraña hacer Teatro de Arte es recompensado con la permanencia y el respeto.

El espectador no es tonto. Aún aquellos que van a buscar el teatro de evasión. Ellos se divertirán con los artistas que producen ese teatro. Sin embargo, ese espectador lo vera, indefectiblemente, como payasos del divertimento.

¿Hacerlo o no hacerlo? ¿He aquí la cuestión? 

No deberíamos. Pero frecuentemente es inevitable. Casi todos, el algún momento de nuestra vida teatral habremos hecho o haremos obras por encargo. Diremos siempre, en este caso: hay que comer. Si se da el caso tratemos siempre de hacer este tipo de teatro con los parámetros de exigencias del otro. Y no nos viciemos y quedemos de ese lado oscuro del corazón. Algunas veces debemos sumergirnos en aguas turbulentas; pero no pasemos en ellas más tiempo del soportable. Regresemos rápidamente a la tierra, porque de no hacerlo podríamos morir. Aún nosotros que somos semi inmortales. ¿O semi dioses?
¡Fuera del Teatro, Satanases! 

Exorcizando con el Teatro de Arte

Para cumplir con el rito llevaré en noviembre a escena “Obsesión en el 507”. Una apasionante obra que no reniega de la diversión, pero que se eleva a los linderos del Arte. En ella intervienen Yorlla Castillo, Fiora Cruz y Mario Lebrón: actores verdaderos. ¿O moradores del Olimpo?

¡Telón!