martes, 7 de agosto de 2012

El alma buena de Rafael Villalona


El alma buena de Rafael Villalona
Tony Raful 
 



Recuerdo ahora cuando juntos leímos, “El alma buena de Sezuan” de Bertolt Brecht. Quedamos encantados, tú leías otra vez el texto de esta obra impresionante, yo, por primera vez. Aquella lectura dio origen a una profunda meditación sobre el alma humana. ¡Cuántas cavilaciones sobre el lomo gris de los seres vivientes! ¿Cómo se puede ser virtuoso en medio de una sociedad corrompida? ¿Dónde se hospeda la virtud prescindiendo de todos los referentes sociales, económicos y morales del poder? La obra dramática del insigne dramaturgo y poeta alemán es inolvidable. Ahora la cito porque has muerto y estoy convencido de que viviste intensamente, en ese sumario de aciertos y errores, sin menoscabar, sin reducir, sin avergonzar la condición limpia de tu vida. Todo tu trabajo, la intensidad del ejercicio artístico, la persistencia en la necesidad de que el teatro dominicano superara sus barreras y limitaciones para trascender con técnicas y especialidades, te hizo formarte en los centros más altos del conocimiento y la cultura. Viviste procurando que el arte sirviera como instrumento de luz y transformación social. El teatro, la móvil escena de todas nuestras expresiones, el manejo consciente de todas las farsas y la crítica incisiva de toda racionalidad y despertar estético.

Contigo pisábamos tierra firme para reiniciar los proyectos. Nunca te vi desfallecido. Recuerdo cuando juntos, fuimos designados para realizar una misión importante, para tu gran anhelo de salvar una de las iniciativas más promisorias del arte y la cultura, iniciada en los años 90. Estábamos tejiendo planes en la Junta Municipal de Cultura. Tantas veces frustrados, yo me apagaba y tú insistía, yo me deprimía y tú me insuflaba una convicción que me estremecía. Conocí tus ideas, tus dudas filosóficas acuciantes, tu búsqueda interior, tu dignidad latente. Y ni hablar del dolor, de la profundidad del quejido cuando lacera el espíritu. No se puede entender, me dijiste en medio de la tragedia. Recordé aquel concepto existencial, la vida no es injusta, es absurda. No podemos entender, pero podemos sentir, podemos labrar amores en el vacío, columnas etéreas donde oficia el amor identidades, lazos de humo y ternura por donde asciende el afecto y la solidaridad.

El amor nos salva, nos redime de la pesada coyunda del mal vivir, del existir miserable, de los condicionantes físicos, químicos, síquicos, sociales, que hacen de un ser humano una complejidad insondable, dual, esquizoide, bipolar, decepcionante. El amor es la poesía cuando alza vuelo, cuando levita sobre los párpados, el rostro amado, la idea altísima de vivir en libertad, forjando cada día complicidades, proyectos nuevos. Frente a la lógica implacable de los días, los artistas suscitan maravillas, capacidades creativas, discursos de aurora, de búsqueda permanente, la victoria sobre lo banal, sobre lo obvio, sobre la malaventura rutinaria de vivir. 

Que te has muerto y prometiste no morirte ante el ultimátum decididamente dramático de Giovanny Cruz, que nos llamaste feliz, para decirnos que los últimos análisis revelaron que estabas limpio de células cancerosas, que hicimos planes, volver a las combinas, a los pasadizos ocultos donde dejamos bajo pacto de honor, los tesoros, las piedras preciosas, el lagarto atrapado en el ámbar bajo un soplo coagulado de tiempo y resina, unos versos de Paul Eluard, la barca donde nos embarcamos bajo un florilegio de lectura y gozo, la risa retenida esperándote para reírnos otra vez de todo y de todos, para hablar del teatro, su pujanza y deterioro, para enhebrar la canción bajo la miel y la ternura, para volver a desandar la ciudad pequeña y bajo bohemia, convocar la musas, los amigos, los duendes en los altos campanarios, los viejos y nuevos amores. 

“El alma buena de Suzuan” es tu alma buena, tu nobleza, tu ejemplar comportamiento, tu decencia, tu respeto por los demás, tu vocación de trabajo y tu relación con los artistas cuando te tocó ser Director General de Bellas Artes en una gestión transparente, abierta, efectiva. Tus compañeros y amigos del Teatro, te rindieron un homenaje conmovedor. Uno de tus hijos escribió un hermoso poema que Delta, tu inseparable y valiosa compañera, haciendo acopio de fuerza pero sobre todo de amor inacabable, leyó con dolor y firmeza. Ahora, que incumpliste el acuerdo con Giovanny, te pido querido amigo, entrañable amigo, que no dejes de acudir a la combina, a los sueños secretos, al epígono marino del viento y la risa, a la velada de la poesía y el teatro, que orquestaremos en tu nombre, un día de estos, hasta reunirnos contigo, en la pantomima ciega y blanda del universo y de Dios.