El
alma buena de Rafael Villalona
Tony
Raful
Recuerdo
ahora cuando juntos leímos, “El alma buena de Sezuan” de Bertolt
Brecht. Quedamos encantados, tú leías otra vez el texto de esta
obra impresionante, yo, por primera vez. Aquella lectura dio origen a
una profunda meditación sobre el alma humana. ¡Cuántas
cavilaciones sobre el lomo gris de los seres vivientes! ¿Cómo se
puede ser virtuoso en medio de una sociedad corrompida? ¿Dónde se
hospeda la virtud prescindiendo de todos los referentes sociales,
económicos y morales del poder? La obra dramática del insigne
dramaturgo y poeta alemán es inolvidable. Ahora la cito porque has
muerto y estoy convencido de que viviste intensamente, en ese sumario
de aciertos y errores, sin menoscabar, sin reducir, sin avergonzar la
condición limpia de tu vida. Todo tu trabajo, la intensidad del
ejercicio artístico, la persistencia en la necesidad de que el
teatro dominicano superara sus barreras y limitaciones para
trascender con técnicas y especialidades, te hizo formarte en los
centros más altos del conocimiento y la cultura. Viviste procurando
que el arte sirviera como instrumento de luz y transformación
social. El teatro, la móvil escena de todas nuestras expresiones, el
manejo consciente de todas las farsas y la crítica incisiva de toda
racionalidad y despertar estético.
Contigo
pisábamos tierra firme para reiniciar los proyectos. Nunca te vi
desfallecido. Recuerdo cuando juntos, fuimos designados para realizar
una misión importante, para tu gran anhelo de salvar una de las
iniciativas más promisorias del arte y la cultura, iniciada en los
años 90. Estábamos tejiendo planes en la Junta Municipal de
Cultura. Tantas veces frustrados, yo me apagaba y tú insistía, yo
me deprimía y tú me insuflaba una convicción que me estremecía.
Conocí tus ideas, tus dudas filosóficas acuciantes, tu búsqueda
interior, tu dignidad latente. Y ni hablar del dolor, de la
profundidad del quejido cuando lacera el espíritu. No se puede
entender, me dijiste en medio de la tragedia. Recordé aquel concepto
existencial, la vida no es injusta, es absurda. No podemos entender,
pero podemos sentir, podemos labrar amores en el vacío, columnas
etéreas donde oficia el amor identidades, lazos de humo y ternura
por donde asciende el afecto y la solidaridad.
El
amor nos salva, nos redime de la pesada coyunda del mal vivir, del
existir miserable, de los condicionantes físicos, químicos,
síquicos, sociales, que hacen de un ser humano una complejidad
insondable, dual, esquizoide, bipolar, decepcionante. El amor es la
poesía cuando alza vuelo, cuando levita sobre los párpados, el
rostro amado, la idea altísima de vivir en libertad, forjando cada
día complicidades, proyectos nuevos. Frente a la lógica implacable
de los días, los artistas suscitan maravillas, capacidades
creativas, discursos de aurora, de búsqueda permanente, la victoria
sobre lo banal, sobre lo obvio, sobre la malaventura rutinaria de
vivir.
Que te has muerto y prometiste no morirte ante el ultimátum
decididamente dramático de Giovanny Cruz, que nos llamaste feliz,
para decirnos que los últimos análisis revelaron que estabas limpio
de células cancerosas, que hicimos planes, volver a las combinas, a
los pasadizos ocultos donde dejamos bajo pacto de honor, los tesoros,
las piedras preciosas, el lagarto atrapado en el ámbar bajo un soplo
coagulado de tiempo y resina, unos versos de Paul Eluard, la barca
donde nos embarcamos bajo un florilegio de lectura y gozo, la risa
retenida esperándote para reírnos otra vez de todo y de todos, para
hablar del teatro, su pujanza y deterioro, para enhebrar la canción
bajo la miel y la ternura, para volver a desandar la ciudad pequeña
y bajo bohemia, convocar la musas, los amigos, los duendes en los
altos campanarios, los viejos y nuevos amores.
“El alma buena de
Suzuan” es tu alma buena, tu nobleza, tu ejemplar comportamiento,
tu decencia, tu respeto por los demás, tu vocación de trabajo y tu
relación con los artistas cuando te tocó ser Director General de
Bellas Artes en una gestión transparente, abierta, efectiva. Tus
compañeros y amigos del Teatro, te rindieron un homenaje conmovedor.
Uno de tus hijos escribió un hermoso poema que Delta, tu inseparable
y valiosa compañera, haciendo acopio de fuerza pero sobre todo de
amor inacabable, leyó con dolor y firmeza. Ahora, que incumpliste el
acuerdo con Giovanny, te pido querido amigo, entrañable amigo, que
no dejes de acudir a la combina, a los sueños secretos, al epígono
marino del viento y la risa, a la velada de la poesía y el teatro,
que orquestaremos en tu nombre, un día de estos, hasta reunirnos
contigo, en la pantomima ciega y blanda del universo y de Dios.
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