miércoles, 28 de mayo de 2014

¡Gajos de felicidad!




Un amigo muy querido, pero como Américo Lugo un tanto pesimista, me dijo hace dos noches:

"Giova, ten cuidado con tu proclamada felicidad, porque hay gente que cela eso."

—En en mi caso la Felicidad es un estadio permanente que intento repartir en gajos por doquier —respondí.

Así es. Cuando se alcanza tal estadio hasta las posiciones egoístas son exorcizadas. Uno quisiera que el micro universo circundante participe de todo nuestra dicha.

Si, pero...

"...ten cuidado con tu proclamada felicidad, porque hay gente que cela eso."

He tenido la suerte de poder vivir de lo que realmente amo en esta vida: el Arte. Hay muchas personas que conozco que son ingenieros, arquitectos, químicos, físicos nuclear, vendedores, traficantes, políticos, abogados, legisladores, sacerdotes; etcétera, que darían todo lo que tienen por poder ser artistas. Aquellos que lo hemos logrado, bailamos la alegría mañanera generalmente en un solo pié...

Si, pero...

"...ten cuidado con tu proclamada felicidad, porque hay gente que cela eso."

Tengo hijos, nietos, padres, hermanos, sobrinos y primos, amigos y colegas que no pocos envidiarían. La Yourcenar proclamó en su "Memoria de Adriano", que la calidad de vida de un individuo está muy ligada a la calidad de sus enemigos, puesto que ellos son las únicas personas fieles en esta vida: siempre estarán junto a ti. Sin embargo, he logrado que mi calidad de vida esté directamente relacionada con aquellos y aquellas a quienes quiero y me quieren.

Si, pero...

"...ten cuidado con tu proclamada felicidad, porque hay gente que cela eso."

Albert Camus, en muchas de sus obras, nos habla sobre la filosofía de la dicha. Aún Sísifo, en su repetido castigo, encuentra en el trayecto hacia la cima importantes gajos de felicidad. He dicho que la labor de Sísifo es lo que mejor explica a los que actuamos: porque tenemos, como él, que retomar constantemente el trabajo de llevar siempre la misma piedra hasta la cima. Y en ese trajinar los hacedores escénicos somos inmensamente felices.

Si, pero...

"...ten cuidado con tu proclamada felicidad, porque hay gente que cela eso."

Nací en Moca, para muchos la tierra que mejor explicaría la verdad del Paraíso. Me crié en Nagua, un lugar donde los pisos de las casas casi eran quimeras: no pocos días el mar entraba en el pueblo y nos inundaba hasta casi arropar nuestras camas. ¡El mar! ¡Ese venturoso mundo mágico que alguna vez nos habrá visto nacer! ¿Qué más puedo querer?

Si, pero...

"...ten cuidado con tu proclamada felicidad, porque hay gente que cela eso."

He logrado interpretar cientos de buenos personajes en escena y ninguno me ha confundido. He podido dirigir un montón de obras teatrales excepcionales sin que una sola me haya producido tristeza. He escrito más de treinta piezas y con ellas procuré y conquisté la anhelada catarsis. He zapateado en España, me asombré en la Plaza Roja de Moscú, llegué descalzo a Leningrado, deambulé en las calles de Nicaragua, me enamoré en Puerto Rico, entendí en New York que estaba en la verdadera capital del mundo. Celebré cada teatro en Baires, distraído con la belleza de París me perdí en uno de sus trenes, disfruté cada calle de Venezuela, perdí mis lentes nuevecitos en un bar de la romántica Antigua (Guatemala) y compré una ruana en el San Andrecito de la culta Colombia. Jajajajajaja.

Si, pero...

"...ten cuidado con tu proclamada felicidad, porque hay gente que cela eso."

He amado buenas e inteligentes hembras que, como humanas, no consiguieron ser eternas. He disfrutado muchas veces de más de un buen puro y dos copas de vino en el Boga-Boga junto a amigos tan fieles como mi amado perro Adler. He saboreado docenas de cervezas negras y rubias. Confieso haber tomado varios tragos de ron antillano. He cocinado para cientos en mi casa... y en casas ajenas. ¿Quién podría contar hazañas semejantes?

Si, pero...

"...ten cuidado con tu proclamada felicidad, porque hay gente que cela eso."

Y para colmo de felicidad, ahora si puedo decir que...

"El diablo ya no vive aquí..."

Los detalles de cómo logré esto, se los contaré entre el 19 y el 29 de junio en la misma puerta del Teatro Nacional.

¡Telón!

miércoles, 14 de mayo de 2014

"El diablo..." que encontró José Rafael Sosa... en el camino

El diablo ya no vive aquí...genialidad en caminos inusuales de Giovanny Cruz

Por José Rafel Sosa

13 mayo 2014

martes, 13 de mayo de 2014

Chispeante comedia de enredos

Aparecido en El Nuevo Diario:
 
“El Diablo ya no vive aquí”: Chispeante comedia de enredos matrimoniales que arranca muchas carcajadas
 Por Napoleón Veras



 

María Cristina, (Lumy Lizardo) y Mario Ernesto, (Frank Ceara), conforman un matrimonio que agoniza de forma irreversible, con la consabida carga de insultos, recriminaciones y hasta burlas recíprocas, dentro del ambiente sobrecargado de una habitación matrimonial, repleta de maletas y cajas de ropa y zapatos.
Ella es una vendedora de planes de resort, super activa y extrovertida, que habla hasta por los codos, y él, un cantante lírico que ha vivido “recostado” de su mujer, viviendo una vida fácil, sin otro esfuerzo que el de entonar algunas canciones y arias operáticas, cuando lo llaman.
La obra nos muestra a una mujer que da riendas sueltas a su amargura y decepción, contenidas por largos años, ante un hombre que recibe, casi con estoicismo y hasta sonrisas que se convierten en muecas, las andanadas verbales, de una mujer frustrada, que le dice, “hasta del mal que va a morir”, reiterando su disposición a “irme de esta maldita casa”. Pero el final de la historia, nos guardará sorpresas.
Se trata de un montaje bien llevado, interesante, ameno y con buen ritmo, que arranca muchas carcajadas, fruto de la dramaturgia y dirección de Giovanny Cruz, quién se anota un nuevo acierto con esta obra, en que los insultos, “directas e indirectas”, y sabrosas descargas, están a la orden del día, perdón, de la noche.
Lumy Lizardo luce brillante y desenfadada, en su papel de María Cristina, una mujer que tiene una “lengua de máuser”, que se convierte en “ametralladora verbal”, en contra de su marido.
La Lizardo muestra gracia y dominio en su papel, contagiando a todos con su chispa y encanto. Es sin dudas, la gran estrella de la obra.
De su lado Frank Ceara  cumple su papel con corrección, pero en bajo perfil, aunque en verdad, quizás pudo sacarle más provecho a su personaje.
No dejen de ver, “El Diablo ya no vive aquí”, de Giovanny Cruz, con la producción general de Juancito Rodríguez  y gozarán con las ocurrencias de Lumy, Frank y Giovanny. La obra vuelve a la Sala Ravelo, el próximo fin de semana.

Autor: Napoleon Beras

¡Sorpresa!

¡ S O R P R E S A!
Por Iván García Guerra


Sí, eso fue lo que sentí primordialmente cuando fui a ver y escuchar “El diablo ya no vive aquí”; algo así como confusión. No parece esta obra escrita por mi colega Giovanni Cruz Durán. Todo lo que he conocido de su caudal dramatúrgico es sesudo y hasta sombrío por momentos, además de cargado con una certera crítica social, y lo de ahora es diametralmente opuesto a lo anterior.

Me reí, disfruté y, sí, reconocí el experto dominio del diálogo de este veterano teatrista; pero el acento, aunque corresponde a cierta faceta de su personalidad, hasta el momento había quedado fuera de su producción.

Aciertos indudables son la brillantez del desarrollo textual dentro de un esquema monotemático y el mantenimiento del interés en dos personajes que en todo momento son fieles a sus características fundamentales. De momento parece haber una “peripeteia” (peripecia o punto de cambio) en el personaje del marido, pero es solo un recurso que acelera la llegada al final.

Y, lo más importante, el público acepta el tratamiento y responde jocosamente y aplaude sinceramente al final.

La escenografía del maestro Fidel López es formidable y la iluminación de Lillyanna Díaz muy apropiada al set y al sabor de la comedia. El apoyo promocional, asombroso, coloca al productor Juancito Rodríguez en un lugar que se me antoja privilegiado.

Lumy Lizardo, con una impecable acción física, me mantuvo en vilo, pensando que se iba a equivocar o a faltarle el tiempo con todas las acciones que desarrollaba fluidamente. Se las arregló para que la esposa cayera simpática a pesar de la agresiva, incisiva y procaz cháchara. Frank Ceara, aunque con menos oportunidad de lucimiento por las características pasivas de su personaje, le fue fiel a la ironía del esposo con una profesional organicidad.

Y sin quizás, lo más importante es que la obra ofrece al gran público la oportunidad de pasar un momento agradable e hilarante, sin que asome un solo problema de la prosaica vida diaria de cada cual.

Es recomendable, entonces, para todos los que aspiren a pasar un despreocupado momento, si no les importa escuchar algunas frases subidas de tono.