viernes, 1 de abril de 2022

Entre el cemí de algodón y los restos de Colón

Por Giovanny Cruz Durán 
 (Académico de la Lengua, escritor, ensayista y actor)
    En los últimos dos años, desde un sector del Ministerio de Cultura y la Embajada Dominicana en Italia, hemos vuelto a poner en palestra el asunto del cemí de algodón, al que muchos aquí dan categoría criolla de la momia del rey Tut. 


    ¿Qué sabemos del cemí en cuestión? Que está en Turín desde hace más de cien años, que allí originalmente pensaban era una pieza peruana y que es el único del que actualmente hay certeza absoluta de su existencia. Hay indicios de que podría haber dos más en colecciones privadas de Europa, cuyos propietarios no desearían reconocer. 


     El cemí de algodón que descansa en un museo de Turín salió clandestinamente del país. ¿Por qué pensamos eso? Porque no hay evidencia de que mediara una autorización formal para sacarlo de aquí. Además, dentro de los tejidos que envuelven al cemí (el cual alberga el cráneo de un cacique, lo que le hace doblemente valioso) encontraron granos de café. Dado que en época de los taínos no había café en esta isla, investigadores locales (Cristian Martínez es uno de estos) dicen estar convencidos que estos granos penetraron en los tejidos porque la pieza fue sacada dentro de sacos con esos aromáticos granos (originarios de la provincia de Kaffa, en Turquía); esto obliga a deducir que lo habrían sacado subrepticiamente. 


    Luego de más tres décadas de reclamo, el embajador Tony Raful, en una fina labor diplomática, ha logrado la promesa, al menos, del retorno de este patrimonio cultural nuestro, aunque sea en calidad de préstamo. La Universidad de Turín (a quien apropiadamente le donaron el cemí de algodón) se ha mostrado muy colaboradora y respetuosa hacia nuestras pretensiones. Lo mismo nosotros hacia ella. 


Desde el cuatrienio 2000-2004 Tony Raful (entonces Secretario de Estado de Cultura) y el suscrito (ex subsecretario de Estado de Cultura) hemos estado procurando oficialmente el regreso de la histórica pieza taína.


    Algunos medios de comunicación españoles han brindado apoyo a nuestras gestiones por rescatar el cemí. Agradecimientos eternos. 


    Hace aproximadamente un año, el honorable embajador de España solicitó una entrevista con la entonces ministra de Cultura, Carmen Heredia. La entrevista fue otorgada. A doña Carmen, no obstante, le sorprendió ver al embajador llegar a su despacho acompañado de una persona que venía, descubrimos luego, con una encomienda especial.


    Imagino que también el embajador español se sorprendió cuando notó que la ministra también invitó al encuentro a tres funcionarios de Cultura. El suscrito era uno de ellos. Doña Carmen siempre es dulce, pero nunca idiota. 


    Fue de mucho agrado escuchar al embajador (y a su especial acompañante) ofrecernos becas culturales y otros beneficios españoles, que me hicieron pensar (por mi siempre injustificada desconfianza) en históricos espejitos. Por eso, antes de ponerme a celebrar, quise esperar por si acaso había… algo más en todo aquel asunto. 


    Casi al final de la entrevista (rememorando al dardo de los partos), la persona que acompañaba al honorable embajador nos disparó una flecha “mortal”. Manifestó que en Sevilla era de mucho interés poner punto final al tema de la ubicación exacta de los restos de Colón. Y propuso hacer un experticio a los restos que se encuentran aquí. Doña Carmen, siempre dulce, pero nunca idiota, me miró sin mucho disimulo. En esa mirada dejó bien claro para qué yo había sido invitado al encuentro. Era mi turno de intervenir, que hasta ese momento no había dicho, siquiera, que la boca que suelo ver en mis espejos era mía. 


    Planteé, sin dar muchos rodeos, que nuestro Ministerio tendría que hacer consultas (al gobierno central, a la Academia Dominicana de Historia, etcétera) antes de poder dar una respuesta. Pero adelanté a nuestros… generosos visitantes, que en caso de autorizar el experticio, solicitado en medio de varias ofertas de regalos, debíamos tener una garantía muy precisa sobre posibles países (no involucrados con los restos) que hicieran estudios confiables a los despojos mortales en cuestión. 


    Les recordé, también, que la prestigiosa Academia Dominicana de Historia, había recomendado que dicha investigación científica se efectuara luego de acuerdos entre los gobiernos español y dominicano. Igual informé que nuestros académicos estaban firmemente convencidos de que los restos de Colón eran los que descansaban aquí. 


    Los distinguidos visitantes se miraron y abrieron desmesuradamente sus ojos. Era obvio que no esperaban, y mucho menos deseaban, aquellas palabras.


    Pero todavía más grandes abrieron sus ojos cuando hice una pregunta motivada: 

    —Si una futura, aunque remota e independiente investigación (aceptada y supervisada por la Academia Dominicana de Historia), determinara que los restos del Gran Almirante son los que se encuentran en Sevilla, y habiendo salido esos supuestos restos, incorrectamente del país, ¿estarían las autoridades sevillanas dispuestas a devolverlos al territorio donde justamente descansaban? Dada mi admitida e injustificada desconfianza, creía sentir que las ofertas de regalos habían sido retiradas.


    Recordé también a los honorables visitantes, que Colón dejó claro, expresada en testamento, la voluntad de que sus restos mortales descansaran aquí. 

   —Ante ese hecho, ¿estarían las autoridades sevillanas dispuestas a cumplir la voluntad del ilustre fenecido y hacer el acto de justicia de devolver sus posibles restos al lugar de donde fueron extrañados?


¡Capicúa! 


    Recuerdo que el señor embajador, ya de pies, dijo lamentar no haber obtenido la aceptación procurada, la cual no supimos previamente sería tema de aquel encuentro. Carmen Heredia, siempre dulce, pero jamás idiota, nunca reclamó los regalos que nos ofrecieron. 


 Por voluntad suya y derecho nuestro, los restos de Colón nos pertenecen.


    ¿Creen ustedes, amables lectores, que los medios españoles que respaldaron nuestros reclamos sobre el cemí de algodón, ahora estarían dispuestos a hacer lo mismo para que se respete la voluntad testamentaria del ilustre navegante, si el caso así lo ameritase?


    Ojalá que en las redacciones de esos medios no nos tiren en la cara un siempre desagradable… ¡Telón!