Por Giovanny Cruz Durán.
Los telescopios Webb y Hubble (viajeros espaciales) han logrado extraordinarias imágenes de millones de galaxias, en las que aparecen miles de millones de estrellas con innumerables sistemas planetarios.
Las galaxias se forman de materias ordinarias que se juntan y cohesionan dentro de la llamada Materia Oscura que las rodea. Ésta es una materia, invisible al ojo humano, que rodea a cada una de las galaxias y es, dicha Materia Oscura, la responsable de que las diferentes galaxias se mantenga unidas dentro de sí mismas. Hay casos en los cuales dos galaxias se estrellan una con otra y terminan canibalizándose. ¡Asombroso!
—¿Los he mareado?
Nacimiento de una galaxia. |
Resalto que en todo esto hay un orden matemático. Si esa matemática hubiese fallado, no se habría formado el universo. Si en esa “explosión” (recuerden que el término Big Bang sólo es un chiste que hizo alguna vez un científico) no hubiese habido un orden matemático, las partículas cósmicas (galaxias) resultantes, hubiesen colapsado hace millones de años. Si esa matemática falla ahora, si no es capaz de organizar hasta las necesarias canibalizaciones galácticas, llegaría el Caos definitivo y determinante.
Si faltara el plantum en los océanos, los peces pequeños no podrían alimentarse. Si éstos no prosperan, los grandes animales marinos morirían de hambre. Si la tierra no ardiera en su centro, se destruiría nuestro planeta. Si ardiera demasiado, si no existieran los inviernos exteriores... sucumbiríamos. Pues ese mismo proceso de vida ocurre en el multiverso.
Todos, el universo y particularmente nosotros, vivimos pendulando de algo que conocemos muy bien los seres humanos y que debemos tener el cuidado de no ponerlo en peligro: el equilibrio.
A ese equilibrio cohesionante, inimaginablemente pequeño, del espacio del cual venimos, y probablemente hacia donde vamos; para que el siempre limitado pensamiento del Hombre pudiese entender, le asignamos el vocablo Dios, creado por nosotros al no poder entender los grandes enigmas de un universo cuya creación jamás ha terminado.
Lo que nos causa ansiedades y sobresaltos cósmicos, porque el tú-nosotros universal o él-ello también es parte de esta transición... de esta expansión. Porque él-ello, y su universo, también está evolucionando procurando el equilibrio final. Eso deberá ocurrir cuando las millones de galaxias sigan siento inmensas, pero tan densas que sin perder sus intensidades quepan dentro de una nueva Singularidad, que hoy sabemos es un incesante viaje por el tiempo y a través de la luz.
—¿Entonces, es ése el verdadero propósito universal? ¿Hacemos un viaje que nos conduce hacia la vastedad inextricable de la Muerte (como diría Camus) y comenzar otra vida justo en el origen? Entonces, si es así, ¡tampoco la muerte existe! Apenas es otro viaje.
Efectivamente, nuestro Dios-universo ha estado viajando dentro de una singular intensidad, que requiere de ese curvado viaje para curar sus imperfecciones (¿o “heridas”?), para lograr el último e imprescindible equilibrio. ¿Para en él ser infinitamente tranquilo y feliz? ¿O no?
¿Han escuchado la expresión de que somos hijos de la muerte? La decimos algunas veces y no sabemos que, literalmente, venimos ciertamente de ella. Cuando una estrella explota... muere. De su núcleo salen, entonces, los elementos que han formado todo lo que conocemos del universo. Nuestro sol es un residuo, de tercera generación, de otras estrellas. Igual que nuestro planeta. Pero —¡asombroso!— también nosotros somos... polvo de estrellas muertas. Entonces... polvo somos y en polvo, finalmente, nos convertiremos.
Creo haber explicado (¿o comprendido?) el ciclo: como entes del universo, empezamos un viaje procurando el vellocino de la perfección para regresar después justo al punto de partida.
—¿Podría gritar... Eureka?
La cautela me condiciona y un asunto inquieta todavía (¿uno solo?): si este proceso, acaso ha ocurrido en una burbuja de curvatura del espacio-tiempo, todo esto ha sido sólo una paradoja y cuando regresemos podríamos enterarnos de que en el espacio-tiempo esto no ha ocurrido en miles de billones de años como hemos supuesto; sino en menos de una micra de segundo.
—¿Acaso yo-tú apenas hemos sido una quimera?
En mi caso, hago evidente que viajo entre la Física y la Filosofía. Pero… ¿son ellas realmente antagonías?
Guardo silencio durante un rato para luego, entre dulzuras, seguir viendo a las estrellas y solicitar que esta vez corra despacio el... ¡Telón!
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