En el Día Internacional de Teatro
Por Giovanny Cruz Durán.
Se comenzó a representar en el planeta cuando el proyecto humano, antes del pitecantropus erectus, descubre en la planicie algo que trae con un rito a la caverna; con el rito de la Vida y la Muerte: perennes tema y debate de la escena. La escena efímera de un Arte que el esteta francés Jean Doat define como “Síntesis de artes que exige un Arte de la síntesis”. Y en conclusión eso resultamos ser: una conjunción de las verdades de todas las artes convocadas.
Mientras, Edgar Alan Poe lo conceptualiza como “Organización del caos”, tratando de explicar su cercanía genética con las divinidades. Divinidades que tomaron prestado nuestro principio de Acción para desde allí construir el Verbo.
Este arte que se organiza cuando se hace cómplice del Mito, cuando crece en la noche hacia lo apolíneo y lo dionisíaco; es decir... hacia el sueño y embriaguez de que nos habla Nietzsche.
¡Si... de ahí venimos! Del precepto figurativo de uno y la transformación obligada del otro. Dionisio y Apolo, Apolo y Dionisio equilibrando el nacimiento, el porvenir y la permanencia eterna del actor. Porque si de algo está el terrenal Universo convencido es que el teatro jamás perecerá... persecula seculorum.
¡Si... esos somos esencialmente! Transformaciones del rito, continente para el grito, mito que se agiganta en la poesía, la palabra lúdica hecha carne, el movimiento que nos legó la metafísica del Cosmos, la luz conformada por las llamas, el primer asombro del hombre en la caverna, la reflexión inicial ante la muerte; una idea articulada y que, mediante juegos, palabras, gestos y maquillaje; trataba de encontrar la magia que aseguraba la vida primitiva y daba oportunidad de trascender a las aspiraciones que llegaron con lo Humano.
La gente de teatro nacemos de esa soñada redención que bautizamos como Katarsis. Nacemos en las fiestas de la carne y del espíritu; con su música, flores, frutas, vino, caracoles y guirnaldas. La transformación lograda entonces, resultó tan proteica que requerimos de máscaras, túnicas y coturnos para que esta fuera aún más absoluta.
Un antepasado directo (Tespis) se montó hace un montón de años en una carreta para recorrer los caminos de Grecia. Luego, otros tres (Esquilo, Sófocles y Euripides) se excusaron en Dionisios para teatralizar el juego.
Aquí, antepasados locales retomaron la carreta y propagaron Teatro por doquier; Jesús Lizán, Lucía Castillo, Marino Hoepelman, Niní Germán, Salvador Pérez Martínez, Rafael Villalona, Pepito Guerra, Margarita Vaquero, Ángel Haché, Monina Solá, Delta Soto, María Cristina Camilo, Iván García; entre muchos otros.
Su llama permanece en las manos de Karina Noble, Claudio Rivera, Carlota Carretero, Lidia Ariza, Mario Lebrón, María Castillo, Amauris Pérez, Elvira Taveras, Carlos Espinal, Ana Hilda García, Josué Guerrero, Fiora Cruz, Wilson Ureña, Cecilia García, Ernesto Báez, Xiomara Rodríguez, Richard Douglas, Amarilis Rodríguez, Yorlla Castillo, Teo Terrero, Giamilka Román, Exmin Carvajal, Carolina Becker, Johnnié Mercedes, Clara Luz Lozano, Judith Rodríguez, Arturo López, Viena González, Augusto Feria, Jorge Santiago, Laura Lebrón, Pepe Sierra, Gianny Paulino, Richardson Díaz, Nileny Dipton, Gerardo -El Cuervo- Mercedes, Yanela Hernández, Juancito Rodríguez, Cindy Galán, Francis Cruz, Ruth Alfonsina, Juan María Almonte, Milagros Martínez, Manuel Raposo, Olga Bucarelly, Juan Carlos Mañón, Karla Hatton, Miguel Bucarelly, Manuel Chapuseaux, Niurka Mota, Manuel Herrera, Karina Valdez, Juan Núñez, Lillyanna Díaz, Vicente Santos; entre cientos más a quienes profeso devota admiración.
El Teatro es una verdad en sí misma. Nuestro particular mundo tiene sus leyes y verdades. La Vida y la Muerte (el punto de partida) son absolutamente reales en los códigos de nuestro arte. Igual lo es la eternidad que proclamamos.
—¡Hacedores de Teatro, no se marchen nunca! Que a ustedes, sólo a ustedes, jamás les caiga el… ¡Telón!
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