La intensidad verdadera del día 3
por Giovanny Cruz Durán
El siempre peligroso día 2:
Muchas son las supersticiones de la gente de teatro: terror al color amarillo, a que le deseen “Buena Suerte", coser en el camerino, que el escenario quede totalmente apagado cuando los actores no estén, silbar en escenario, pronunciar el nombre de la obra “Macbeth”, hablar en el camerino con alguien que no pagó su entrada sin haber dejado allí, al menos, una moneda y mencionar ofidios. Nunca decir la última línea de la obra antes de estrenarla. Igual guardar escobas en escenarios y camerinos, recibir claveles; etcétera.
Pero, la superstición más popular es el miedo garrafal al Segundo Día (Second Day). Para muchos la segunda representación de cualquier producción teatral es sinónimo de maleficio o inesperados problemas. Tanto, que algunos teatreros no hacen función el Segundo Día.
Muchas son las supersticiones de la gente de teatro: terror al color amarillo, a que le deseen “Buena Suerte", coser en el camerino, que el escenario quede totalmente apagado cuando los actores no estén, silbar en escenario, pronunciar el nombre de la obra “Macbeth”, hablar en el camerino con alguien que no pagó su entrada sin haber dejado allí, al menos, una moneda y mencionar ofidios. Nunca decir la última línea de la obra antes de estrenarla. Igual guardar escobas en escenarios y camerinos, recibir claveles; etcétera.
Pero, la superstición más popular es el miedo garrafal al Segundo Día (Second Day). Para muchos la segunda representación de cualquier producción teatral es sinónimo de maleficio o inesperados problemas. Tanto, que algunos teatreros no hacen función el Segundo Día.
Citan, como
comprobación de lo maléfico que es ese día, caídas de
barras de luces y partes escenográficas, rotura del vestuario, olvido
de textos, malas actuaciones, desconcentración de la atención, incendios en
teatros y hasta fallecimiento en escena o fuera de ella de actores que
acababan de trabajar un Segundo Día.
¿Existe realmente el maleficio
del Second Day?
No pocos me conjurarían
si dijese lo contrario y me sacarían un rosario de hechos desagradables
ocurridos, precisamente, ese terrible día. Así las cosas, no voy a negar el asunto.
Giovanny Cruz, Karoline Becker y Exmin Carvajal en "El Vestidor". |
No obstante,
aterrizando en la siempre vulgar realidad, trataré de explicarte qué en verdad ocurre con el Segundo Día de presentación.
Te mencioné en
una premisa anterior que desde el primer ensayo los actores inician una
especie de programación o codificación actoral. La Palabra, es una manifestación
de energía. Igual que todos los sentimientos. Para un artista teatral es vital
saber a tiempo qué día específico se estrena la obra que se ensaya. El proceso
de estudio, memorización, ensayos de mesa y piso, ritmo escénico, invocación de las emociones y
comprobaciones técnicas; constituyen una adecuación progresiva del actor.
En la medida que
se ensaya, las intensidades van subiendo. Internamente irás
enfocando todos tus recursos artísticos hacia el día del estreno. Finalmente, éste
constituye un "big bang" actoral o emocional.
Toda esa energía
concentrada durante meses es dirigida especialmente hacia el tenso día del
estreno. En él hay, efectivamente, una carga de energía poderosa. Durante el tiempo de ensayos, quizás sin darte cuenta, te estuviste programado para ese día. Al
llegar a él, reitero, ocurre una gran explosión emocional.
Por eso suelo
decir, que el ritmo de la pieza teatral no es el real el día de estreno. ¡Demasiadas
pasiones y tensiones involucradas para serlo!
Entonces, luego
de la descarga que dejamos en el estreno sobre el escenario, nos llega una
especie de... liberación.
Yanela Hernández y Giovanny Cruz en "El Vestidor". |
Generalmente, los
directores y actores buscamos la manera de contrarrestar los efectos del Second
Day; pero lo más que lograremos será amainar algunos. Esto, porque va más
allá de la voluntad. Sin embargo, ciertamente, deben tomarse medidas a través
de comprometer propósitos. Tener conciencia del día en cuestión ayuda con todo
esto. Las palabras motivantes del director contribuirán a mantenerte más
alerta.
Aún así, frecuentemente
escucho en ese día…
—¡Hoy he hecho una actuación de porquería!
—¡Creo que esta será la última vez que subo a un escenario!
—¿Por qué habré decidido ser actor o actriz?
—¡Maldito personaje este!
Algo que comienza a resolverse en...
Ese día ya no llegarás con toda esa carga de energía acumulada. Ya el descuido que produce la relajación en un Segundo Día ha pasado. En ese Tercer Día, habiendo ya ocurrido la comprobación definitiva, dejarás fluir mejor las verdades del personaje. Como estarás mucho menos temeroso, el ritmo real de la pieza comenzará a acercarse, cada día más, al real. El texto saldrá de tus labios con mayor seguridad y tendrás mayor confianza para acudir al Monólogo Interior y a la planificación de movimientos.
En fin, el Tercer
Día comenzarás a interpretar el personaje en su justa realidad.
En los días
subsiguientes, dale de vez en cuando una ojeada al libreto. Siempre habrá algo
nuevo que descubrir del personaje. Además, evitarás que en la confianza equivoque parlamentos.
Te informo que todos
los actores, alguna que otra vez, volaremos alguna línea. Ojalá nunca pasara,
pero ocurre porque no somos máquinas programadas. Es este caso, la actitud
correcta es no traducir al espectador los errores. Como director, recuerdo siempre
a mis actores que el espectador no se sabe el libreto; por lo tanto, una
palabra o una línea olvidada, lo más probable es que pase desapercibida. ¡Cruza
los dedos de que yo tenga razón!
Bueno, artista,
ya montado en la carreta de Tespis, siga presentando su obra. Para evitar mecanizar
su actuación, es conveniente que (acordado con el director y demás actores del
elenco) cada cierto tiempo introduzca pequeñas nuevas verdades al personaje.
Ah, una recomendación
general: procura que la técnica teatral no devore a la emoción. Si pasara,
estarás siempre correcto, pero no convencerás ni emocionarás gran cosa al
espectador. ¡Y él es el destino final de todos tus esfuerzos!
La Mona Lisa sola
en su salón del Louvre, no es más que una lienzo pintado y enmarcado. Es obra
de arte cuando por menos una persona se para frente a ella. El arte teatral, a su vez, ocurre cuando entre tú y el espectador, mediante el rito, convierten emoción y texto en una verdad estética. El arte es, pues, una comunión entre partes.
¡Telón!
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