Herido
de amor...
Probablemente así ha sido. Te diré algo: no hay antídoto contra este mal. Y es recurrente. Lo más que podemos hacer, para amainar sus efectos, es hablar de él. Por aquello de que las penas compartidas tocan a trozos pequeños. Por eso te invitaré una noche de esta a cualquier bar donde se pueda escuchar la nostalgia y tomar dos copas de un tinto. Estoy convencido de que iniciaremos el diálogo; pero nos interrumpiremos casi una vez iniciado, porque también las palabras se han ido. Sin embargo, no debemos preocuparnos por eso.
Cuando ocurra, cuando se ahoguen en los recuerdos las palabras, recurriremos a Lorca. Él, en su poema “Herido de amor”, nos explicará a todos los sensibles, los que en más de una ocasión, efectivamente, hemos muerto de amor:
Amor,
amor
que está herido.
Herido de amor huido;
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡herido!
¡muerto de amor!
www.youtube.com/watch?v=xecsDah3thY&feature=youtu.be
que está herido.
Herido de amor huido;
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡herido!
¡muerto de amor!
www.youtube.com/watch?v=xecsDah3thY&feature=youtu.be
Nada más Federico García Lorca tenía una
sensibilidad tan exquisita para escribir algo como esto.
¡Telón!
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