-->
Por supuesto que fui a visitar al Sr. Green
Confieso que no muchos textos de la dramaturgia actual
norteamericana logran mis aplausos. Pienso que en su teatro Estados Unidos
refleja mucho de la falta de profundidad que uno observa en la mayoría de su producción
cinematográfica. Parecería que las leyes
inmutables del marketing condicionan también a los dramaturgos de esa
nación norteña.
Sin embargo, “Visitando al Sr. Green”; de Jeff Baron, es una
pieza teatral lograda. No es perfecta su estructura teatral (su construcción en
cuadros atenta por momentos con la unidad dramática y obliga a los dos actores
a aportar mucho de su interior para convencer al espectador y seguir coherentemente
la trama). No es una pieza vanguardista. Es un teatro clásico y realista lo que
estamos viendo en el cual se pasa constantemente, con acertada pulcritud, del drama a la comedia sin ninguna grosera
estridencia.
Esto que cito de los cuadros que parecen atentar contra la Línea General del suceso, fue manejado
con inteligencia por el director de la realización dominicana que acabo de ver
en la sala Ravelo del Teatro Nacional. Ocurre que Mario Lebrón decidió incluir
al chelista sinfónico Pablo Polanco para hacer en vivo la música de la pieza,
que en la ocasión funciona como un leitmotiv
que contribuye con la atmósfera escénica neoyorquina, en la cual deviene el
suceso. ¡Magnífico y bien llevado fue este recurso! Y es una de las pocas
intervenciones notorias del director Lebrón. Esto que afirmo también es un
acierto. Una máxima en el fútbol asegura que el buen árbitro no es aquel cuya
presencia parece casi superar a la de los jugadores. En Teatro resulta algo
similar: el buen director debe disimular su presencia tanto como sea posible.
No es él quien sale a escena.
En este sentido aplaudo también el trabajo escenográfico de
José Miura, indudablemente uno de nuestros escenógrafos mas exquisitos. Aquí
conecta muy bien con Baron y con Lebrón para envolvernos en la historia y el
lugar en el cual transcurre la trama. Los efectos técnicos en el Teatro solo
están ahí para apuntalar las actuaciones, nunca para competir con ellas. En el
caso la máxima fue cumplida.
Las luces de Lillyanna Díaz nunca traicionan las obras en
las cuales aparecen. Siempre son cuidadas y efectivas. Pero en este caso tienen
un encanto adicional: parecen ser parte integral de la trama misma. Las luces
de Lillyanna nos van llevando a los cuatro momentos emocionales de “Visitando al Sr.
Green”. Estos son: una soledad
lóbrega, en un principio, que de manera difuminada pasa a la motivación, luego a la esperanza para concluir en las reconciliaciones sociales y emotivas de
los dos personajes. Estos cuatro tempos son
manejados con acierto por la Díaz en sus luces.
El vestuario es justo y convencional. Nada resaltable. No podía
ser de otra manera.
“Visitando al Sr. Green”, estrenada hace mas de
diez años, nos habla de las soledades (las de ambos personajes), de la discriminación
histórica, de la incomprensión social y de la asunción cultural. Su trama (la
presentada por Lebrón en un solo acto) ocurre en New York. La situación es exclusivamente norteamericana. Efectivamente, se trata de una pieza localista, como lo era el
teatro griego, que desde su tema singular y particular se eleva hacia lo
universal.
Sobre los personajes:
Vistas las grandes virtudes, y una que otra difidencia, del
texto teatral que nos ocupa, les aseguro que los únicos dos personajes
de la pieza, Green y Ross, están muy bien delineados por el autor. Sus perfiles
sicológicos están trazados con verdadera maestría. Permitan explicar este
asunto desde la óptica del dramaturgo:
Esta figura del Teatro, ciertamente
diseña los personajes de las obras. Pero una vez estos diseñados y perfilados,
el dramaturgo no tiene ningún derecho a intervenir en sus devenires. Llega un
momento en que los personajes adquieren autonomía vivenciales. No pocas veces
ocurre que un dramaturgo desearía variar el destino trazado por un personaje.
Cuando esto sucede se traiciona a la propia creación. Algo que solo hacen los “dioses”
imperfectos.
En el caso de “Visitando al Sr. Green”, el autor se apega con fidelidad
a sus personajes y, en algún momento, parece desaparecer de la historia. ¡Muy
bien!
Sobre las actuaciones:
Francis Cruz nos presenta su personaje, Ross, con
naturalidad. Nada de poses de teatro barato. Maneja bien la sicología del
personaje. Su voz está bien matizada. En algunos momentos, empero, siento que
su movimiento está encajonado. Como si sus propias carnes fuesen una prisión.
Por experiencia sé que él irá venciendo esto. Es que cuando un actor no cuenta
con toda la academia requerida, no puede lograr la “perfección” actoral que se
demanda sino hasta después de mucho y serio trabajo teatral. En la obra el tempo teatral de Cruz es correcto.
Es un pecado, o un crimen de lesa teatralidad, dirigir a los directores. Tratando de evitar esto
en lo posible, me aventuro a sugerir que en los tres soliloquios en los cuales aflora
el conflicto de Ross por su preferencia sexual, supriman los lloriqueos y
trabajen las angustias mas hacia la Línea
Interior del personaje. La situación dramática se elevaría con este
recurso.
Iván García nos presenta en esta obra una
actuación de antología. Orgánica como la que mas. El manejo corporal es
perfecto. La intensidad dramática profundamente convincente. El quebrar la voz
para que desaparezca Iván y aflore el Sr. Green fue un acierto. Aunque debo
señalar que por esa razón me perdí de algunos parlamentos. Lo espectacular de
Iván García en esta actuación es que, precisamente, en ningún momento le quiso
imprimir “espectacularidad” necia a su caracterización interna. Cada gesto,
cada movimiento, cada mirada de Iván parecían la de un encarnado Sr. Green. Quienes
prácticamente colmamos la sala Ravelo, salimos convencidos de que el Sr. Green,
y sus conflictos sociales y culturales, estaba frente a nosotros.
Iván logra, con maestría estilística, llevar la evolución
emocional por la que deviene su personaje. Por supuesto que este trabajo
interior, y el mismo corporal, es agotador. Estoy seguro que nadie sale incólume
después de un trabajo actoral como el descrito. Iván García no iba a ser la
excepción.
En esta realización teatral las cosas marchan bien en la
generalidad de los casos. El buen teatro ha sido bien servido. No digo que se
logró la perfección. No. No siempre. Pero ver la actuación de García es una
escuela a la cual muchos de nuestros jóvenes actores y actrices (y hasta algunos de los
consagrados) deben ir… para aprender.
Aunque estoy contento, me veo obligado (sonriendo esta vez)
a pedir que tiren el… ¡Telón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario