Honestidad elemental en el Teatro
"Círculo de tiza caucaciano"; Bertolt Brecht. |
¿Hay una moral teatral? Ciertamente la hay. Desde luego que no se trata de la moral humana per se. Claro que no. El Ser Teatral, como todo ente social, está sujeto a reglas como parte del conglomerado en el cual vive y se relaciona. Empero, como artista creador debe cumplir preceptos que le son inherentes desde el mismo momento en que adquirió la condición de artista profesional. El compromiso teatral es algo muy serio, aunque algunos actores y actrices de estos tiempos parecen tomarlo a la ligera.
El
director teatral
Un director teatral tiene deberes
iniciales con una puesta en escena (que es el universo y conglomerado
que esta vez nos ocupa):
1- La
escogencia de la obra: Es el primer acto que el director
teatral hace en libertad, constituyendo, entonces, una premisa que
nos indicará los propósitos y objetivos de ese director teatral,
prácticamente como su esencia teatral de por vida. Inmediatamente
nos enteramos del tipo de pieza por un director seleccionada,
identificamos y sabemos si merece nuestro respeto. Y hasta si tiene
el suyo propio. Cuidado, mucho cuidado, con el asunto ese de las adaptaciones. Adaptar una obra no es tomar un tijera, como se acostumbra, y comenzar a cortar. ¡Eso es una imoralidad literaria! Adaptar requiere de un estudio muy serio para no se pierda la esencia de la pieza en cuestión.
2- La
elección de la fecha: Parecería un acto simple. No lo
es. Cada texto y cada elenco llegan con sus procesos creadores y con
sus exigencias dentro de ellos mismos. Un verdadero director
teatral, se supone, ha estudiado profusamente el texto que piensa
convertir en dramaturgia escénica. Así realizado, cabe suponer que
el director descubre en sus estudios del drama, una gran parte del
proceso interno que yace dentro de este. No se le impone un
espectáculo a un texto, no se le aprisiona en verdades externas a
él, no se le contamina con alguna lógica particular ni con valores
ajenos a él. Si el director no está de acuerdo con los
objetivos y súperobjetivos de los textos que ha leído con fines de
convertirlos en puesta en escena, debería buscar otros o escribir el
suyo.
3- La
selección del elenco: Es de exclusiva responsabilidad del
director aún cuando exista la figura del productor. Este último,
por supuesto, tiene la potestad de recomendar actores al director.
Pero nada más éste conoce sus necesidades escénicas. Solo él sabe
la naturaleza del proceso que demandará su pretendida realización
teatral.
Así los asuntos, el director tiene que elegir con mucho
cuidado cada uno de los actores que llevará, finalmente, al
escenario. Ahí el margen de error tiene que ser muy pequeño.
Acostumbro a
recordar constantemente a los actores que nuestro compromiso es,
únicamente, con el espectador. Un director teatral es, al fin de
cuentas, un representante autorizado de los espectadores en los
ensayos. Tiene el deber de cuidar que su producto elaborado llegue al
público con honestidad, fe y sentido de la verdad, como nos enseñó
Stanilavski (nunca envejecido en este tenor).
Saber del compromiso que se adquiere con el espectador, una vez iniciado el proceso creador que nos convoca, es el Norte, la guía a seguir. Apartarnos de ahí es traicionar todo el compromiso artístico que hemos adquirido y toda nuestra formación.
Saber del compromiso que se adquiere con el espectador, una vez iniciado el proceso creador que nos convoca, es el Norte, la guía a seguir. Apartarnos de ahí es traicionar todo el compromiso artístico que hemos adquirido y toda nuestra formación.
Una obra de Arte es tal cuando
se enfrenta al "toro". En una ocasión me quedé, dentro
del Hermitage, en la antigua Leningrado, durante horas contemplando
una escultura inacabada de Miguel Ángel. Por supuesto que estaba
maravillado con aquella escultura que parecía hablarnos desde su
complejo universo interior. Lo mismo me ocurrió años mas tarde
cuando en el Louvre me paré a tratar de descubrir los secretos
inmemoriales conque la Gioconda, tampoco concluida, trataba de disimular
con su sonrisa. Una de mis angustias consistía en que esas dos
magníficas creaciones plásticas, solo eran Arte cuando yo
me detenía a contemplarlas. Pues con el teatro ocurre lo mismo. En
todo el tiempo de ensayo lo que hacemos es solo artificio.
Virtuosismo si se quiere. Técnica teatral. Estrategia escénica. Así
es hasta que llega ese temido, amado, odiado e impredecible personaje
que llamamos Espectador. Así el caso, en cada segundo de trabajo
teatral tenemos que pensar en ese primer objetivo de todo lo que
hacemos.
4- Fidelidad a
su propia "norma":
En cada proceso hay una técnica de trabajo artístico. Esa técnica
no es única para todas las realizaciones escénicas. Cada obra demandará
su particular proceso. El mismo Stanilavski proclama que su singular
"Método" no era una receta. Interpreto esto no solo en el
sentido del estilo o lo formativo. No. Cada pieza tiene
necesidades específicas. Igual que cada elenco. Más aún: cada
actor. Hay artistas teatrales que requieren de estímulos especiales en el
proceso creativo. Otros, en cambio, demandan presión. Pues, el
director teatral, como buen capitán de barco, sorteará los
obstáculos del camino para que no le ocurra como al del Titanic, que
no se apartó de la ruta en la se encontró el fatal glacial aquél.
Entonces, el director teatral elegirá una "norma" y una técnica adecuada. Y no importando cuál sea esta, él tiene que seguir en lo
que suelo llamar "un guión de hierro". Se me dirá que eso es lo
elemental. No es así. Muchos directores cambian su método cada día
de trabajo, confundiendo de esta manera al elenco, trabando las
piezas y desconsiderando a los espectadores. Otros ni métodos tienen.
5- El
compromiso con el Objetivo y el "otro" (Súperobjetivo):
Con cada realización teatral estamos diciendo "algo", cabe
suponer. Algo que el director y el elenco saben, o deben saber, desde
el inicio y que afirmarán o comprobarán dentro del proceso. Ese
"algo" debe llegar incólume al espectador. Es un serio
compromiso. No importa quien tenga que caer en el trayecto, a quien
haya que matar, el "algo" (como una flecha en movimiento
que recorre toda la trama) tiene, indefectiblemente, que llegar hasta
la diana. Eso es lo que queremos decirle al espectador. Para lograrlo
hemos invertido muchos recursos artísticos. Lo malo es que no siempre saben algunos directores lo que
están diciendo.
Solo cuando tenemos todo esto
convertido en verdad de Arte, el director ordenará que abran el
telón. Si él entiende que las cosas no están terminadas, debe
tener la honestidad de evitar que un producto deficiente llegue
hasta los espectadores.
Los
actores y actrices también tienen lo suyo:
2- La
selección del personaje: No basta con desear
fervientemente querer interpretar a Hamlet, Calígula o Julieta. Uno
tiene que plantease con inteligencia sobre las posibilidades y
oportunidades de hacerlo. A los personajes, así como no debemos
juzgarlos, no se les traiciona. No importa que estemos o no de cuerdo
con su moral, nuestro deber es interpretarlos con la fidelidad
requerida.
Para el viaje interior de la creación el intérpete
teatral partirá siempre de su mundo interior, hasta llegar a ese
complicado lugar que llamamos el Umbral del Subconsciente.
Particularmente aconsejo a los actores no realizar personajes que
recientemente han visto porque estarán contaminados. Algunos elencos
hasta acostumbran a reunirse para ver realizaciones fílmicas y
fotografías de obras en las que están trabajando. Un grave error y
una inmoralidad. Esa realización artística que están viendo, esos
personajes, son el resultado de un proceso de estudio, investigación e invocaciones emocionales.
Como el elenco que nos ocupa no tuvo en el otro proceso, siempre
resultará una burda y ridícula copia (o plagio) el resultado en el
sentido de que hablo.
3- La
honestidad en el escenario: He admitido que el actor
inicia el viaje desde su propio y singular universo sicológico. No obstante, el personaje tiene sus particularidades, su sicología,
sus emociones y su intelecto. No es el director teatral el que sale a
enfrentarse al "lobo". Al que exponemos, a través de la
creación actoral, es a Bernarda Alba, Tartufo, Drácula, Otelo, María Callas, Stanley
Kowalski,
Amanda, Bianka Morrison; etcétera.
Actuar los personajes correctamente es un compromiso que se adquiere
en el proceso de ensayos. Esto no entraña solamente un deseo. Sino
un correcto uso de los recursos de los cuales dispone el actor. Cada
acción, cada gesto, cada movimiento, cada palabra, cada sentimiento
que expresemos en el escenario tiene -¡tiene-! que ser el verdadero.
El que corresponde al personaje. Finalmente ese es el mayor
compromiso, la mejor moral de un actor o de una actriz. Para esto nos
hemos convertido en actores.
Todas esas otras ilusiones baladíes de ver nuestros nombres en las marquesinas de los teatros o nuestras retocadas caras en los medios de comunicación, resultan pueriles ante esta verdad teatral.
Todas esas otras ilusiones baladíes de ver nuestros nombres en las marquesinas de los teatros o nuestras retocadas caras en los medios de comunicación, resultan pueriles ante esta verdad teatral.
El actor es la célula madre del
teatro. Podría no haber director y hay teatro. Conozco obras donde,
aunque hay dramaturgia, no hay un dramaturgo específico. Podríamos
hacer una obra sin consola de sonidos o luces. Pero no podemos hacer
una obra sin el actor. ¿Están los actores y actrices siempre
consciente de esto?
Cuando veo que alguien nuestro se desvía, que traiciona los principios elementales de nuestro "asunto", en muchos casos siento pena, en otros vergüenza; pero en la mayoría de las veces lo que siento... es desprecio.
Cuando veo que alguien nuestro se desvía, que traiciona los principios elementales de nuestro "asunto", en muchos casos siento pena, en otros vergüenza; pero en la mayoría de las veces lo que siento... es desprecio.
¡Telón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario