El
incienso de mirra: ¡Qué chisme tan grande!
Mirra: apasionadamente enamorada de su padre |
Detrás de incienso de mirra se esconde
todo una historia, con incesto y todo. Veamos los principales
personajes de este chisme y algunos de los detalles que los dioses
nos permiten ya contar.
Afrodita:
Afrodita y Adonis |
Afrodita (en griego antiguo Ἀφροδίτη
que significa algo así como "nacida de la espuma")
era en la mitología griega la diosa del amor, la lujuria, la
belleza, la sexualidad y la reproducción. Su origen es fenicio. Se
decía que esta caprichosa diosa podía lograr que cualquier hombre
se enamorase de ella solo con mirarlo.
Tiene numerosas equivalentes:
Inanna en la mitología sumeria, Astarté en la fenicia, Turan en la
etrusca, Venus en la romana y probablemente Anaísa en el vudú
nuestro.
Al parecer la bella Afrodita (hija de
Dione, que sería un equivalente mas antiguo a Gea, la Madre Tierra)
es de una generación anterior a la de Zeus.
¡Divinos dioses! ¡Que mujer tan
vieja!
Perséfone:
Perséfone y Adonis |
Perséfone es hija de Zeus y de la sobreprotectora
Deméter. Su tío Hades (hermano de Zeus y dios del Inframundo) se
enamoró de ella un día que la joven diosa recogía flores en compañía
de Atenea y Artemisa. Justo en el momento en que Perséfone fue a
tomar un narciso, Hades se la llevó a su subterráneo mundo. De esta
manera Perséfone se convirtió en diosa del Inframundo. Deméter,
que abandonó todos los cultivos de la tierra por el incidente,
inició unos largos y tristes viajes en busca de su adorada hija
durante los cuales la tierra se volvió estéril. Ante esta
catástrofe Zeus ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, pero
esto ya no era posible pues la muchacha había comido un grano de
granada. Y un bocado de cualquier producto del Tártaro (el lugar mas
profundo del Hades) implicaba quedar encadenado a él para siempre.
El
incesto de Mirra:
Mirra: convirtiéndose en árbol |
Por otro lado, la princesa Mirra vivía aislada en
el castillo de su padre Ciniras, rey de Asiria. Siendo este el único
hombre que la princesa había visto en realidad. Mirra era muy bella.
Tanto que se atrevieron, ella y su madre, a decir un día que era mas
hermosa que la misma Afrodita. —¡Qué cosa tan grande!—
Entonces, la orgullosa diosa del amor pasional se
enfureció y la castigó a sentirse atraída sexualmente por su
padre. Algo que, siendo este el único hombre que ella conocía, no
fue difícil que ocurriera.
Ayudada por su nodriza Hipólita, Mirra hizo creer a
Ciniras que había una hermosa doncella enamorada de él y que lo
esperaría una noche en su dormitorio. Por supuesto que el rey fue a
la habitación de la supuesta doncella y sostuvo relaciones sexuales con ella
durante doce noches; pero siempre en la penumbra. Sin embargo, una
noche... Ciniras (también llamado Tías) decidió ver el rostro de
su amante... y al encender un candil —¡vaya sorpresa— descubrió
que se trataba de Mirra, su propia hija. Dispuso que fuese ejecutada
inmediatamente.
Pero, otra vez ayudada por Hipólita, Mirra logró
escapar. Durante largos años deambuló angustiada y arrepentida por
las tierras orientales.
Una noche, luego de millones de súplicas, consiguió
que Zeus la perdonase; aunque fue convertida como penitencia final en
el aromático árbol que produce la perfumada materia que todos
conocemos: el incienso de mirra.
No obstante, el enojo de Ciniras contra Mirra no terminaba. Hasta
ella llegó cuando ya la princesa había sido convertida en el
afamado y aromático árbol. Al Ciniras verla disparó una flecha
—¿una flecha? ¡Hm!— que se enterró en la corteza del dichoso
árbol.
Justo a los nueve meses de esto nació un niño al
que llamaron Adonis, cuya belleza fue celebrada, hasta cuando era
adulto, en todo el universo espiritual y terrenal griego.
Y
el chisme... sigue...
Adonis: eternamente bello |
Ocurre que el bello Adonis fue encerrado en un cofre
por Afrodita para que nadie disfrutara de su belleza. Luego puso el
cofre al cuidado de Perséfone, que ya vivía en el Inframundo. Pero cuando la diosa,
curiosa, abrió el cofre y descubrió lo que había dentro, se
enamoró perdidamente del joven producto de un incesto. Y lo conquistó.
Desde luego que la celosa Afrodita no se quedaría
tranquila viendo cómo Perséfone disfrutaba de la belleza del hijo
de Mirra, Ciniras y una flecha puntiaguda que destilaba una sustancia
blancuzca y espesa.
Entonces, Afrodita lanzó su mirada, como dardos
sexuales, sobre el joven Adonis que no pudo resistirse.
Pueden imaginar los lectores la tremenda disputa que
ocurrió entre las dos diosas. Cuando se juntaron una tarde en el
salón de belleza, se jalaron las recientemente acondicionadas
greñas...
¡No! ¡Perdón! ¡No fue allá! Eso ocurrió aquí
hace ya mucho tiempo con dos conocidas artistas llamadas...
(¡Giovanny, cállate!). Pero, ciertamente, las diosas pelearon por
Adonis.
Afrodita
cantó: "yo
gané... y usted perdió, perdió, perdió"; pero...
Efectivamente, Adonis no pudo sustraerse a los
encantados de la incomparable Afrodita. Con ella se deleitó sobre la
tierra una gran parte de su vida. Cuando no estaba entre los brazos
de la diosa se la pasaba cazando en los montes del Líbano.
Pero una tarde... Ares, el dios de la guerra (otra
versión asegura que fue el celoso Apolo), convertido en jabalí
asesinó al bello Adonis, quien moriría entre las piernas de una
clamante Afrodita. Con cada lágrima por la diosa derramada se
formaba sobre la tierra una anémona.
Pero ni modo, Adonis estaba muerto y se iría, dado
que era el fruto de un incesto, a residir al Inframundo.
Cuentan que cuando Adonis llegó al Hades, Perséfone
se puso las manos en la cintura (como hacen aquí las mujeres para
tirar vainas) y dijo:
—Y ahora ¿quién fue la
que ganó?
Empero, el asunto no terminó ahí. ¡No, señor!
Ocurre que Afrodita (haciendo con su boca la trompita de chismosa)
cogió para donde Zeus a denunciar que sería una tremenda injusticia
que Perséfone se adueñara de la belleza de Adonis por el resto de
los tiempos.
—¡Y eso no puede se así, Zeus!
El jefe de los dioses entendió que tenían méritos los argumentos de
Afrodita y dispuso que el eternamente joven Adonis viviese seis meses
con Perséfone en el Inframundo y los otros seis sobre la tierra con
Afrodita.
—¡Esto, por el resto de los tiempos!
¡Cuánta delicia! Hasta yo hubiese hecho ese
sacrificio. ¡Ay sí!
Adonis,
hacedor de las estaciones:
Este asunto de Adonis tiene su referente en los
cambios de estación, pues su reencuentro con Afrodita marca el
inicio de la primavera y el renacer de la naturaleza; mientras que su
regreso al Inframundo con Perséfone da inicio al otoño y al
invierno.
¡Ay no! No puedo con este chisme tan grande. Apenas soy un semidiós. ¡Corran... corran... corran... tiren, carajo carajete, el... Telón telonete!
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