Una lectura “do khazá” del Otro Por R.A. Ramirez-Baez
En el blog del doctor Jorge Piña (Psicoanálisis y Cultura) acabo de leer (7:15 de mañana, en Puerto Rico) un artículo del estimado, y aún más admirado, escritor dominicano Ramón Ramírez-Báez sobre mi libro de relatos "Los cuentos del Otro". Se trata de una lectura crítica, Do khazá (hasta el final), que hace mi dilecto amigo Ramírez Báez. Valorizo el comentario crítico de este autor e investigador cultural dominicano, residente en New York y triunfador en los Estados Unidos. No es Ramírez-Báez una persona que le dora la píldora a nadie. Eso todos lo sabemos. No necesita hacerlo. Tampoco es de esos escritores que se dejaría atrapar por un falso sentido de la amistad para emitir juicios críticos sobre algo, o alguien, aquí en la tierra. Él está muy comprometido con la literatura verdadera para dejarse llevar por un sentimiento amistoso antes de expresar sus criterios. Dados estos asuntos, no he podido evitar sentir un poco de orgullo al leer lo que escribió sobre mi libro. Pido permiso a los lectores de esta La Pasión Cultural para reproducir el artículo de este trascendente autor dominicano.
Una lectura “do khazá” del Otro Por R.A. Ramirez-Baez
“La brevedad es hermana del talento” (Antón Chéjov)
No soy aficionado a la narrativa dominicana. Pero si un lector asiduo de su poética. De plano, hasta ahora sólo me habían cautivado los cuentos de Juan Bosch y “Sólo cenizas hallarás” de la autoría de Pedro Verges. En lo demás no había tenido interés ni razones para dedicarle ni espacio ni tiempo. La lectura como los viajes es selectiva. Y toda lectura y todo viaje responden a la curiosidad que tiende sonsacar el espíritu que inicia o deja a un lado o finaliza, en este caso una narrativa. Creo que todo debe fluir por los rieles de la individualidad, o como dijo Octavio Paz: “La lectura es asunto de gusto”.
Este ya extenso preámbulo viene precedido por haberme iniciado en la literatura rusa que desde las primeras lecturas en el idioma de Pushkin, certificaron en mi espíritu de guazábara sureña, la insoslayable presencia del “Otro”; y ese “Otro” hasta podría ser la otra cara de una misma moneda que ha despertado en mí aquella curiosidad de acercarme a ese “Otro” del Dramaturgo que entretiene a la caza de fantasmas.
He aquí mi lectura “Do khanzá”, para que se entienda; leí de una sola disposición, en una noche, a ese mismo “Otro” con que Giovanny Cruz despertó mi curiosidad. A nadie se le ocurra hacerse el “Otro” y vea aquí una lectura crítica o uno de esos recetarios que tanto abundan en el regalismo literario dominicano.
Yo, respondo a ese “Otro”. Jamás he acudido a un seudónimo.; tampoco tendría por qué hacerlo. Me he sentido, repito, ese mismo “Otro”. No es que la historia de Giovanny me haya deslumbrado, ni convencido; ni tampoco me haya llevado a los acantilados de la insularidad. Alguna vez dijo Borges al leer a Stevenson: “Me ha entretenido”. A mí, “Los cuentos del Otro”, más que entretenerme me han cautivado porque se escapan de esa rigidez tropical tan común en la narrativa dominicana, una rigidez que raya en lo repetitivo.Y no alza vuelo hacia el universo. A menudo, sobre esa misma narrativa pesa una cantera de elogios que deambulan entre los ríos Ozama y el Haina.
Giovanny, es para mí un cazador de imágenes; no creo que esas historias viajen en el ancho lomo de la oralidad. Creo que él ha disuelto esas mismas imágenes en un litro de fantasías. Ya por ahí anda a la pesca de duendes…
Mi óptica que es precisamente el lejano prisma de ese “Otro” fuera del estanque, me anuncia que el Dramaturgo sigue ahí en la grupa de imágenes reales y ficticias: las primeras las atrapas por las anchas alas de la creatividad y las segundas, con la magia seductora de ese mismo “Otro”.
Durante el recorrido de la lectura no hice más que envolverme en aquellos recuerdos cuando leí “Un héroe de nuestro tiempo”, de Yuri Lermontov que dio inicio al realismo mágico ruso. No es asunto de comparación, aunque si tengo una razón para estrechar las manos de Giovanny y Lermontov: uno juega con el tiempo del otro; como si uno siguiera inalterable hacia la estepa siberiana y el otro intentase quitarse de sus sandalias el impertinente polvo de la insularidad.
Giovanny hilvana esos mismos flecos del tiempo que irremediablemente los llevan al mismo estuario de Lermontov: a un duelo con su época; el ruso le robó el espíritu al tiempo y el otro poseído del cuchillo borgiano, corta de tajo esos flecos sueltos de la narrativa criolla. ¡Abre un nuevo horizonte donde deja bostezando la luciérnaga criolla en los salones destechados de la insularidad!
Giovanny no ha tenido que abultar su narrativa para decirnos que él es el “Otro”; no descarto que Giovanny se haya encontrado por alguna callejuela con Antón Chéjov, y este ruso le hiciera una advertencia: “La brevedad es hermana del talento”. Ahora sí que entiendo: de la mano de Lementov y Chajov me subí en las imágenes del Otro. Ah!, por eso leí “Do khazá” las fantasías de ese “Otro” que termina siendo para mí el otro, Borges, a quien le ocurren las cosas.
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