miércoles, 24 de agosto de 2022

Ante un nuevo correr de telones

Ante un nuevo correr de telones

Por Giovanny Cruz Durán.

 

En el proceso escritural que realizo hay rituales inmutables: escribo rodeado de veintiún libros, siete de ellos tienen que estar abierto en la página 59, no consumo una sola gota de alcohol, uso dos Mac diferentes, si me interrumpo por más de dos días retomo la lectura íntegra del texto, al concluir dejo la obra descansar por unos dos meses, cuando la retomo hago una lectura como si fuera un individuo antagónico y nunca alabardero del autor. La vuelvo a dejar descansar, la imprimo, reviso nuevamente y regreso al ordenador a corregir.

Luego de todo esto, suelo convocar a unos cuantos allegados a una lectura del texto, si se trata de una pieza teatral.

 

Hace aproximadamente once años convoqué a mi casa a un grupo de actrices, directores, productores, hijas y escritores para la lectura de una obra muy especial. 

 

Con el terror de que mi memoria me juegue una mala pasada, recuerdo que entre los asistentes estaban Delta Soto, Elvira Taveras, Viena González, Karina Noble, Fiora y Renata Cruz, Fausto Rojas, Mario Lebrón, Juancito Rodríguez, Exmin Carvajal, Tony Raful; entre otros.

 

Cuando concluí la lectura, la nueva pieza fue recibida con singulares aplausos. Acostumbro a pedir a los invitados a esas lecturas no aplaudir. Esto, para que no se sientan obligados a hacerlo por cortesía al convocante. Las opiniones se recibirán luego. En la ocasión, Tony Raful no pudo contenerse y empezó el asunto. La reacción general decretó más aplausos. 

 

La lectura de la pieza, cuya trama recae en un ochenta por ciento sobre el personaje femenino, fue escuchada de mi voz por actrices que podrían actuar en ella. Sin embargo, hubo un consenso generalizado sobre que el personaje le iba a Delta como anillo al dedo. 

 

La Soto estaba impactada. Por supuesto que asumió inmediatamente el reto. Se mostró, luego, un poco desencantada cuando le dije que no pensaba dirigir la puesta en escena de esa obra. Deseaba que ésta pasase por el filtro de otras manos direccionales. 

 

Delta preguntó, entonces, en cuáles directores había pensado. Mencioné varios nombres; pero le dije que estaba casi seguro que elegiría a Fausto Rojas. Delta lo encontró demasiado joven para una obra de tal magnitud y, aunque no lo dijo, para dirigirla a ella misma.

 

Cuando expliqué por qué Fausto, recuerdo que me dijo confiar mucho en mi juicio y que aceptaría.

 

Varios sucesos y otras urgencias fueron posponiendo el proyecto de la realización en cuestión. 


Rechacé ideas de amigos de enviar el texto a dos concursos internacionales y uno local. Le di de lado a diferentes intenciones de productores y directores para asumir la obra.

 

Exmin Carvajal y Mario Lebrón me decían que, en realidad, no deseaba soltar la pieza a nadie. Que estaba como Da Vinci con la Mona Liza: apegado a mi creación.

 

Al morir la excepcional Delta sentí algunas culpas escénicas. Debí dejar que la obra se llevara a escena antes que la salud de la gran actriz fallara.

 

Volví a guardar la obra… literalmente en mi caja fuerte.

 

Pero una mañana se me apareció Fausto en mi oficina para decirme querer que le entregara la obra que había escrito para que él la dirigiera y Delta la actuara. Sonreí y preparé mi discurso para negarme. 

 

—Nileny Dippton hará el personaje principal —me dijo.

 

Eso cambió el juego. La theatrical-connection que significaba Fausto-Nileny resultaba estupenda.

 

Siento gran admiración por muchas de nuestras actrices. Pero el personaje de mi obra requiere de una con singularidades muy específicas: formación profesional, gran cultura, talento camaleónico, buena memoria, excelente manejo corporal, una sacerdotisa teatral dispuesta a sacrificios supremos para hacer teatro total, disciplina militar y presencia escénica. Es decir, Delta resucitada.

 

Consentí en Nileny. Tenía los atributos para la obra. Me permití sugerir para el otro personaje a Wilson Ureña. Fausto, que no estaba obligado a ello, aceptó a Wilson. 

 

Toda esta madeja es por “El último personaje de Cecilia B”.

 

Meses de rigurosos ensayos. Me he negado a ir a ellos (la tensión me lo impide). Fausto y Nileny me llaman de vez en cuando para darme o procurar informaciones. He recibido algunas fotografías geniales.

 

El 26 de este mes, en Bellas Artes, sí estaré en el estreno de “Cecilia B”. Admito que sigo tenso. Fausto, Nileny y Wilson también lo están. Han trabajado con rigor artístico; pero hasta que nos enfrentemos al toro uno nunca sabe por dónde esté va a dar la cornada. Y, finalmente, es cuando el espectador y el artista se encuentran que ocurre la obra de arte, la verdad estética.

 

Te pido que me acompañes a ver la puesta en escena de mi obra. Vamos a estar ahí… justo hasta que a alguien se le ocurra tirar el…

 

¡Telón! 


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