Por Giovanny Cruz
Académico de la Lengua, escritor y actor.
Hoy 23 de abril es el Día Internacional del Libro. Se escogió esta fecha porque un día como hoy (de 1616) habrían muerto William Shakespeare y Miguel de Cervantes, los dos más grandes escritores que jamás han existido.
La tradición literaria ha afirmado que aunque vivieron y escribieron en la misma época nunca se conocieron. Y que probablemente ninguno supo, siquiera, de la existencia del otro. Algo que este escritor ha cuestionado documentalmente.
Precisamente, el 23 de abril de 1616 era sábado, como también lo es hoy. Curioso, ¿verdad?
No obstante, hago algunas precisiones:
En el caso de Shakespeare, la fecha del 23 de abril es exacta, aunque Inglaterra se regía por el calendario juliano. Hasta 1582 todo el mundo occidental se regía por ese calendario, impuesto por el emperador romano Julio César. Ese año el papa Gregorio XII creó el suyo propio: el gregoriano, que fue rápidamente implantado en países católicos como España, Francia y Portugal.
Reino Unido no implantó el calendario gregoriano hasta 1752. Cuando murieron los dos escritores, ambos países se regían por calendarios que diferían en 10 días.
Miguel de Cervantes y Saavedra murió en una casa madrileña (demolida en 1833) situada en la esquina formada por las calles De León (hoy Cervantes) y Franco.
La causa de su muerte fue la diabetes. Cuando lo hizo sólo tenía 6 dientes... “desordenados en su boca”.
El día preciso de su muerte fue el viernes 2 de abril del 1616; pero lo enterraron, como pobre de solemnidad, el día 23. Fue paseado por los alrededores con el ataúd abierto, con la finalidad de que la gente pudiera despedirse de él. Muy pocos lo hicieron porque en el horario en el cual su cuerpo fue paseado por las calles, las personas estaban trabajando. La iglesia local costeó su entierro, al que asistieron su viuda y una hija suya.
Cuatro días antes de fallecer, Cervantes escribió, con connotación de testamento póstumo, la dedicatoria de su último libro:
“Ayer me dieron la extrema unción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”.La muerte de Shakespeare ha sido atribuida a una fiebre que obtuvo, luego de una soberbia borrachera que se diera celebrando un nuevo proyecto literario con sus colegas Ben Jonson y Michal Drayton.
Sin embargo, luego de haberse encontrado en Alemania la máscara mortuoria que le hicieron al cadáver del Poeta de Avon, científicos alemanes determinaron que en realidad murió de un cáncer que tenía, precisamente, en la cara.
Estuvo casado con Anne hasta su muerte, y le sobrevivieron dos hijas, Susannah y Judith. La primera se casó con el doctor John Hall. Sin embargo, ni los hijos de Susannah ni los de Judith tuvieron descendencia, por lo que no existe en la actualidad ningún descendiente vivo del escritor. Se comentaba, sin embargo, que Shakespeare era el verdadero padre de su ahijado, el poeta y dramaturgo William Davenant. Se cree que el rumor tiene su origen en un comentario atribuido al poeta inglés Samuel Butler: "Se parecía a él (Davenant) ya que escribía con el mismo espíritu que Shakespeare y parecía feliz de que le llamaran hijo suyo".
Shakespeare está enterrado en la iglesia Trinity de su ciudad natal, Stratford. En su tumba hay una inscripción en versos que habría dictado el propio dramaturgo al saber que su muerte era inminente:
Buen amigo, por Jesús, abstente
de cavar el polvo aquí encerrado.
Bendito sea el hombre que respete estas piedras,
y maldito el que remueva mis huesos.
Ojalá que sobre ellos los dioses jamás hubiesen permitido que cayera el...
¡Telón!
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