Por Carmen Heredia de Guerrero.
Por un momento ese universo infinito de formas y movimiento constante que es la danza, se detuvo, y los aleteos de aquel cisne se fueron extinguiendo lentamente, y tras algunas evoluciones, plegó sus alas definitivamente, moría Patricia Ascuasiati.
Hablar de ella cuando aún consternada nos invade la tristeza, es una forma de mantenerla viva, pero más allá de nuestros recuerdos, Patricia vivirá por siempre por su impronta y legado a la historia de nuestra danza.
El cariño que nos unió era una herencia que nos dejó mi padrino Carlos Ascuasiti Cotto, su abuelo, pero además de ese sentimiento, sentíamos por Patricia una profunda admiración y la vida me dio la satisfacción de trabajar unidas, de compartir sus sueños y llevar a cabo muchos de sus proyectos.
Habíamos tenido la oportunidad de ver a una jovencita Patricia en algunas presentaciones, pero no fue hasta su participación en 1983, como la “gitana” en la versión del ballet “Carmen” de Carlos Veitía, que descubrimos el potencial de esta ballerina. Ese mismo año Patricia interpretó como figura principal el ballet “Ataduras” de Chiqui Haddad.
La propuesta que nos hizo en 1984 de llevar a escena como ballet experimental “La leyenda de Mandé”, nos pareció interesante, pero sería doce años después en 1996, cuando el Ballet Clásico Nacional, en su espectáculo “Contraste”, presenta este ballet coreográficamente enriquecido y con el que Patricia pasa a la historia, al presentar el primer ballet dominicano con tema folclórico, basado en una leyenda, que nos conecta con nuestras raíces. La satisfacción y orgullo de Patricia y de todos, fue inmensa al ver su ballet presentado en la ciudad de México.
La carrera de esta gran artista se desarrolla en dos vertientes, la bailarina y la coreógrafa. En 1987 estrena su ballet “Vals del Emperador” y participa en el ballet “Bolero” de Carlos Veitía. En 1989 protagoniza “Una Mujer” de Guillermo Cordero, yestrena la Suite “Recuerdos de la Infancia”, una exquisita evocación de sus primeros años; su pródiga creatividad la lleva en 1990 a presentar “Las Cuatro Estaciones” y participa como figura principal en el ballet “El Diablo a las Cinco” de Irmgard Despradel, y en 1991 de esta misma coreógrafa la adaptación del ballet “El Pájaro de Fuego”. Su figura ya establecida no podía estar ausente en un espectáculo trascendente, en 1992 interviene en “Opera Merengue” dirigido por Rafael Villalona, interpretando la “Danza de los remeros”.
Aun dedicada a la danza, Patricia incursiona en otras vertientes, amante de la lectura, inició su vocación de escritora, dejándonos hermosas páginas. La artesanía fue otra de sus pasiones, inspirándose en figuras carnavalescas y de la mujer campesina. Musa inspiradora del coreógrafo Chiqui Haddad, en 1993 baila su creación “Retrato en Blanco y Negro”, basado en poemas de Nicolás Guillén.
En 1998 Patricia estrena su ballet “Carmen, Vida y Milagro de las Urbes”, expresión danzaria que concilia la cultura nacional, al convertir la gitana de Merimée, en una criolla que nos cuenta la realidad social de las mujeres marginadas, y cónsona con su propuesta alterna la música original de Bizet, con la del compositor dominicano Luis Diaz. La dominicanidad en Patricia era su estandarte, plasmado en cada una de sus obras.
Como despedida del siglo XX en noviembre de 1999 presentó “Plenilunio”, ballet antológico en el que vislumbra a través de la danza un nuevo amanecer. La música de los compositores, Rafael Solano, Leonor Porcella y Manuel Troncoso, dan ese toque de identidad.
Fiel al enunciado del gran coreógrafo José Limón que señalaba: “La función del artista es por siempre ser la voz y la conciencia de su pueblo”, en el espectáculo “Cartas Post Data”, presentado en el 2005, por Mónika Despradel, Patricia se inspira en la carta del Coronel Fernández Domínguez, héroe de la Guerra de Abril, a su esposa Letty.
Artista polifacética, como Gestora Cultural, crea en el 2004 el movimiento artístico urbano, “La Casa por la Ventana”, y convierte nuestra Ciudad Colonial en un gran escenario en el que convergen artistas de todos los géneros. Imparable su talento brilló a través de los años.
“Eran las cinco en punto de la tarde”, Patricia llegó a nuestra casa en compañía de la fraternal amiga, Pía Valverde. Su visita se extendió por más de cinco horas, en las que disfrutamos recordando hermosos momentos, pero también hablamos de sus inquietudes y sus nuevos proyectos. Con un fuerte abrazo nos despedimos, no podíamos imaginar que sería un adiós.
Cinco días después ocurrió el trágico suceso, días dolorosos se sucedieron en los que Patricia se debatía entre la vida y la muerte, estábamos consternadas, nos invadía el dolor, la tristeza, y llegó el momento… su espíritu envuelto en un halo de luz que brillará por siempre, se elevó a nuevas transparencias.
Descansa en paz, Patricia.
1 comentario:
Exquisita la pluma de doña Carmen, dedicada en esta ocasión a una persona que nunca olvidaremos. Muy buen recuento del trabajo de Patricia.
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