entre Ricard Salvat, Ronald Harwood y Mario Lebrón
Por Giovanny Cruz Durán
Ricart Salvat fue un dramaturgo, director teatral, novelista y profesor universitario español. Fue galardonado con la Cruz de San Jorge en el año 1996 y con el Premio Nacional de Teatro de Cataluña en 1999. Dirigió festivales teatrales en varios países.
Por petición del escritor y amigo puertorriqueño Luis Rafael Sánchez (autor de
“Quíntuples”) acepté complacido recibirlo en Santo Domingo hace ya muchos años.
La bailarina y gestora cultural Mildred de la Mota y yo le brindamos calurosas atenciones
durante una semana. Entre los lugares que lo llevamos, en él causó un tremendo
impacto la visita a Nigua. Allí disfrutó de la ritualidad teatral de la
Religiosidad Popular de aquí.
Salvat era un investigador poseedor de cultura enciclopédica. Uno de los
aspectos que destacaba, era la ritualidad casi mítica que había encontrado en
el teatro caribeño. Decía que era única y se le asemejaba al teatro de los
primeros tiempos. Salvat aseguró que la entrega de los actores caribeños en
escenarios era absoluta. Llegó a proclamar que probablemente el futuro
universal del teatro estaba en esta zona.
Los que estudiamos el fenómeno teatral sabemos la importancia que
tienen el sello estético, el lenguaje escénico particular y el héroe teatral;
al menos de la región.
Nuestro teatro es rico en imágenes, colores y ritmo. Cuando los
primeros conquistadores descubrieron a los indígenas que ya poblaban el Caribe,
trajeron un idioma, una preocupación, un estilo y otra historia; es decir: una
cultura. Esta terminó mezclándose con la de las islas.
La cultura indígena finalmente resultó ser más fuerte que los mismos
habitantes de la región del Caribe.
Cuando los negros africanos fueron obligados a venir aquí, trajeron
también una cultura que se fue entrelazando con las existentes. El resultado
final fue una rica, diferente y especial cultura en nuestro territorio. En el teatro de aquí, sobresale ese
sincretismo cultural que nos damos.
Giovanny Cruz y Karoline Becker en El Vestidor |
Empero, la versión de Mario
Lebrón (director) colocan la estética y cultura nacional dentro del escenario.
Sin tener que traicionar las ideas centrales de Ronald Harwood (autor) los
actores de la obra nos deslizamos en el escenario en un ritmo único e irrepetible. Hemos incorporado en las escenas la ritualidad de la cual comentaba
Salvat. Y con ello estamos regresando a la conceptualidad del origen teatral.
Es cierto que toda puesta en
escena es una lectura singular de una obra, sobre todo cuando ni conocemos al
autor, a pesar de haberlo estudiado minuciosamente. Lebrón ha dado, escénicamente,
su “lectura” a El Vestidor. En ella está su visión cultural, social y filosófica.
En esta realización está nuestra impronta… y la tuya.
¡Telón!
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