Crónica breve del FITE:
“LABIO DE LIEBRE (VENGANZA O PERDÓN)”
Colombia: Teatro Petra.
Dirección y
dramaturgia: Fabio Rubiano.
Actuaciones:
Marcela Valencia, Liliana escobar, Jacques Toukhamanian, Ana María Cuéllar,
Biassini Segura y Julio Correal.
La pieza “Labio de liebre, evoluciona desde la risa hacia
el drama comprometido de una manera genial. La primera impresión que nos
llevamos de la pieza (sala principal de Teatro Nacional llena), es que se trata
de una comedia ligera. En los primeros minutos hasta un tanto pesada de ritmo
luce la trama. Empero, la historia (que por supuesto no contaré) va subiendo su
ritmo, su intensidad y su planteamiento dramático.
A pesar de que se trata de
un concepto moderno del teatro, en muchos momentos ésta pieza nos muestra
cierto sabor agrio, como a coro griego, a tragedia. Creo que la escena con la
cabeza es, también, un tributo a Shakespeare.
El buen sentido del humor negro,
que le va bien a una historia que sin él
podría ser algo pesada, nos muestra una característica colombiana: reírse hasta
de su propia historia.
“Labio de liebre” nos habla del perdón y el trayecto a seguir para
conseguirlo. Nos habla de la reconciliación, sin maniqueísmo. Pero no sólo de
la reconciliación entre individuos, sino de los personajes consigo mismos.
Delicadamente dialéctica es la obra. No estamos en un
mundo, como diría Albert Camus, químicamente puro. No somos absolutamente
culpables y mucho menos absolutamente inocentes. La obra hurga en la historia
general, en la particular y entre los laberintos interiores de sus personajes que requieren del juego que propone la trama para lograr una para ellos imprescindible catarsis. ¡Servido, entonces, el Teatro en toda su historia, en toda su esencia!
Algunos recursos simbólicos, por su sencillez, dotan a la
pieza de una encantadora característica: teatro sin artificios y, hasta cierto
punto, primitivo. Efectivamente, son las actuaciones, la historia, la trama o línea general quienes tienen la misión de conmovernos y convencernos. ¡Propósito logrado!
La misma escenografía (dos paredes en un ángulo cinematográfico)
es simple y funcional. Igual que los demás efectos técnicos, jamás compite con las actuaciones. Por el contrario,
ayuda a acentuarla. No por ello está exenta de espectacularidad. La iluminación
resalta las actuaciones y nos permitió captar la epopeya que subyace dentro de
la puesta en escena. Adecuada banda sonora.
Sobre las actuaciones: En términos generales creíbles, orgánicas, efectivas y
con muy correcto sentido de la verdad. Buena dicción. El peso actoral recae, sin embargo, sobre Julio Correal y Marcela Valencia, una de las mentoras creadoras del Teatro Petra.
Creo que los micrófonos
estaban muy subidos de tono. Eso hacía que las voces en algunos momentos
lucieran un tanto metálicas. Algo que distancia a veces a los espectadores. Por más miedo que se le tenga a la sala principal del Teatro Nacional, se por experiencia que esta no muerde tanto como aparenta. No tenemos que hacer demasiado, como uno imagina en el primer contacto con ella, para vernos y escucharnos.
El público tributa al final un merecido aplauso, paulatinamente poniéndose de pies, a la realización del Teatro Petra. Por supuesto que me incluyo entre
los del tributo, más allá de si acepto o no como posible el concepto del autor sobre la reconciliación que nos ha propuesto durante toda la noche.
Ahora permítame correr, esperanzando con este FITE de
Santo Domingo, el...
¡Telón!
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