Exquisitas 7 flores en el bar:
teatro visto desde si mismo
Cruz aporta una exquisita experiencia escénica en Teatro Nacional.
Elenco femenino pone un rico acento actoral
Un
apunte
El
montaje de 7 flores en el bar apela a efectos visuales que enriquecen el
quehacer teatral criollo. El uso de proyecciones super formato blanco y negro con los rostros
de las actrices, queda como un aporte técnico que sorprendió la platea.
Igualmente el cambio escenográfico y del tono del diseño
lumínico, en torno a un sorpresivo cambio de rol de uno personaje que hasta ese
punto era anodino, selló con el sabor
teatral de un trabajo respetable.
José
Rafael Sosa
Teatro
en el teatro. Teatro nacido del teatro, pero no de la ficción de la escena,
sino de la realidad, la cruel concreción de los hechos vinculados a la vida y
hechos de quienes, enfundados en personajes e ilusiones, viven otras vidas.
El
incidente en que se basa esta obra, ocurre el 5 de diciembre de 1886 en el Teatro de Brooklyn,
durante la función de la obra "The two orphans", y que representó el final de la
carrera de la principal diva del teatro del momento, Kate Claxton.
Giovanni Cruz, por algún designio o voluntad asumida, ha estado
vinculado al teatro por el prisma de las incidencias trágicas y las maldiciones
innombradas. Desde Amanda, que costó el precio de un dedo a uno de los técnicos
de montaje hasta estas 7 flores en el bar, que nos trae el sabor de la
desgracia devenida de la escena.
Actoralmente, el peso de la pieza radica en el desempeño de
Zoila Luna (Violeta), Judith Rodríguez (Azucena), Karoline Becker (Margarita) y
Carolina Félix (Rosa), quienes exponen las vidas de estas mujeres en sus ánsias
y desencuentros, su valoración por el rol como
dadoras del placer carnal o como referencias de una vida requerida de
atenciones y afectos verdaderos.
Zoila Luna hace un éxitoso regreso dramático y Judith Rodríguez
(a quien vimos hace poco en el Hamlet de Aramburu, Bellas Artes) evidencia que
es una de las actrices jóvenes más destacadas. Tiene peso escénico y conciencia
profesional. Karoline Becker y Carolina
Féliz, hacen lo propio y demandante de trabajar con un dramatúrgicamente necio, como es el director
del trabajo. En un par de oportunidades,
algunas gritan por encima del requerimiento del papel, en una sobreactuación
innecesaria.
Mario Lebrón, sobrio y poseído de si mismo, cumple con dignidad
la encomienda de personaje simbólico.
Xajier Ortiz, es la gran sorpresa masculina por las disposiciones de la
retorcida imaginación de dramaturgo.
Los recursos de vestuario, tocados, peinados y escenografías son
el principal recurso técnico. Impecables y
efectivos, estos elementos colocan nuestro teatro a cualquiera altura
escénica imaginable en cualquier parte de mundo.
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