NUEVOS APLAUSOS PARA GIOVANNY CRUZ
Por Osiris Madera
Confieso que llevaba cierta
aprehensión cuando me senté a esperar la escenificación de “El Despacho
Presidencial” y procedía de que se trataría de un diálogo entre dos hombres,
cosa de varones y como tú conoces, mi narrativa es un homenaje a la condición
femenina, con tres mujeres protagonistas de mis cinco novelas publicadas.
Esto así porque entiendo la
condición humana completada por el componente femenino endulzador y hermoseador
de la masculinidad.
El espíritu femenino,
generador inevitable, aporta una fortaleza y una perspectiva de compromiso con
el porvenir enriquecedor de lo humano.
Por eso no te niego, me
agradó la presencia femenina aún fuese sólo en voz, casi virtual, aunque sólo
en la condición de hembra en celo, función también esencial de aquel género.
Había notado mientras
esperaba en mi butaca el inicio de la función en mensajes como un busto de
Duarte y un cuadro con el Escudo Nacional, el interés del Director por sembrar
en la mente del auditorio que el Despacho Presidencial donde transcurriría la
obra se correspondía con el no lejano del Palacio Nacional, pero viendo
discurrir el acto comprobé que sin esos mensajes sugerentes en realidad podría
discurrir en cualquier otra Casa Presidencial, pues dibuja condiciones
vivenciables por cualquier persona en la condición de un Presidente que ve
llegar el fin de mandato constatando el rechazo de sus conciudadanos por sus
malos procederes ya no reparables.
Hay la depresión por la
culpa, por la sucia conciencia, hay un prurito de intima vergüenza. Quizás por
eso la actuación de hombre agotado que irradiaba el personaje encarnado por
Lebrón, en ningún momento logró exhibir el brillo, el aura típica de una
persona imbuida del máximo poder.
Imponente la escenificación
de Teo.
Un rasgo del personaje suyo
me recordó un tiempo atrás cuando me preguntaba cómo sería mi relación con los
lectores, si debía suponerlos, desconocedores de algunas cosas o hechos que
tendría yo entonces la obligación de explicar de alguna manera deteniendo el
ritmo narratorio, o por el contrario suponer un lector omnisapiente con lo cual
podía desprenderme de él casi simulando ignorarlo.
Yo escogí la última
posición y sigo hoy creyendo al lector, al
público, omnisapiente. Si no le es puede
serlo corrigiendo él privadamente su déficit de información. El secretario eligió suponer al espectador
necesitado de información y lo vemos por eso en varias ocasiones inflar su
discurso de contenidos didácticos, entumeciendo la fluidez narrativa.
En el
Despacho Presidencial, Giovanny vuelve a hurgar en las pasiones humanas con el
desenfado que ya va constituyendo su estilo, mostrándonos una trama de
pasiones, ambiciones y traiciones capaces de hacernos reír y a veces
cortándonos de salto en salto con el afilado aguijón de la ironía.
¡Nuevos aplausos para
usted, maestro del Teatro Dominicano!
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