Lorraine, Paula y el Internet
A la Lorraine que me refiero es a la Ferrand (que para la pelea que libra, como ven, hasta se ha comprado un perro prieto). Paula es la Disla (que usa los libros no sólo para leerlos, sino que con ellos reparte librazos por doquier). Aclarado esto metamos el diente hasta el corazón de la manzana.
A raíz de selecciones y rechazos a distintas propuestas enviadas por nuestros artistas a las oficinas del Festival Internacional de Teatro de Santo Domingo (a celebrarse a mediado del año en curso), se ha desatado un escarceo que aún no llega a los manotazos y pescozones. ¡Pero denle un poco más tiempo para que ocurra! Claro que si lo hacen sin convocarnos nos vamos a disgustar.
Dicho escarceo ha estelarizado las páginas del Internet, lo que ha provocado una reflexión de este artista y escritor, que se prepara desde ya (imaginamos que ustedes también) para ir a ver en el Teatro Guloya “La razón blindada” (¡Qué título, compadre, qué título!).
Sobre las quejas, molestias, reclamos y contra reclamos del asunto teatral que se debate hoy en redes sociales, no abundaré mucho porque se barajan en estos momentos algunas salidas. Mal haría, entonces, este escritor y artista si lanza yesca a la fogata.
Debo decir, no obstante, que me pareció una magnífica idea buscar tres artistas, de renombre y declarada independencia, para seleccionar las obras propuestas. Aunque no sé si así lo hicieron, ojalá que si, el Festival debió trazar a los jurados un perfil de lo que se deseaba.
Las decisiones de cualquier jurado nunca serán totalmente complacientes y hasta resultarán desagradables para algunos. Es lo normal.
Aunque a todos nos asiste el sacrosanto (¿?) derecho de demostrar nuestros desacuerdos ante selecciones realizadas, no debemos cometer el terrible pecado de descalificar personas que bien merecida fama y calidades han conquistado en luengos años de trabajo.
Siempre he dicho que desde que enviamos a concursar una obra, o una puesta en escena, ya estamos delegando en los jurados el poder de hacer su trabajo; que no puede ser otro que el de escoger.
Por supuesto que dar las explicaciones de lugar en estos casos es de rigor. Y corregir algún posible gazapo dignifica. De ninguna manera será esto visto como una debilidad.
Independientemente del trago amargo que pueden resultar las críticas y quejas, habla muy bien de nuestro Festival Internacional de Teatro, el hecho de que los artistas protesten por no poder presentar sus realizaciones en el marco de dicho evento.
Mi amado Facundo Cabral escribió (y yo le he tomado la palabra) que “Si yo golpeo tu puerta/ no te vas a confundir/ no es para entrar que golpeo/ golpeo para salir.”
Lo que Paula Disla, Lorraine Ferrand y otros hacen, es golpear las puertas intertianas; pero para entrar al Festival. ¡Qué bien! Tan sólo haberlo hecho, y sabidas sus inmensas calidades, ante nosotros su acción le otorga muchos puntos.
Pero nuestra reflexión va en otro sentido.
Octavio Paz escribió en su Pasión Crítica, que la cacareada libertad de prensa no es tal. Que era, más bien, libertad de dueños de medios. Cuando escribió esto él no conocía el Internet.
Estamos seguros que las quejas de Lorraine y Paula, y las opiniones que sobre el tema se han vertido, no hubiesen trascendido si no existiera esta particular herramienta de la que ahora disponemos.
Somos parte de una cruzada, con oficina y asiento también en Internet, que promueve a Marcio Veloz Maggiolo para el Nobel de Literatura.
Hemos leído en el mismo medio las propuestas de gobierno de los diferentes candidatos a la presidencia del país.
Leemos constantemente declaraciones, poemas, cuentos, reflexiones y ensayos que publican buenos escritores y pensadores en las redes sociales.
Nosotros mismos mantenemos publicaciones constantes en Internet e investigamos por ese medio, que ya es parte trascendente de la cultura de estos tiempos. Por supuesto que no leemos ciertas sandeces que también se escriben allí.
Artistas, escritores, educadores, lerdos y sobre todo los políticos; tienen que entender esta nueva tendencia. Ya es imposible pretender realizar algo y no tener en cuenta que se estará expuesto al más terrible escrutinio. Reconozco que algunas veces demasiado expuesto. Pero ese es el precio a pagar por la nueva libertad de comunicar.
Por saber la importancia que juega el Internet es que sufrimos tanto cuando lo utilizan para determinadas zoquetas. Igual cuando dentro de él maltratan asquerosamente nuestro idioma. Que es el mejor lenguaje para la Literatura.
El Internet llegó para quedarse. Desde que lo hizo disminuyó el chantaje que, dicen, sufren hasta los artistas. Valen menos, mucho menos, los que venden comentarios en los medios. Y hay más noticias, mucho más, entre las redes que en las páginas de los periódicos tradicionales. La gran lectoría de estos tiempos es digital.
No jodamos la patineta escribiendo en las amplias, muy amplias, avenidas del Ciberespacio algunas pendejadas.
¿Esto que acabamos de publicar será una de ellas?
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