Pseudopígrafo: segundo telegrama de Semana Santa
El término
pseupígrafo (del griego pseudepigraphos, falsamente atribuidos) se utiliza para designar a los autores falsos, especialmente de
los libros de la Biblia. Antes se aceptaba que ciertos
capítulos del Antiguo Testamento
fueron pseudopígrafos. Empero, hoy
la mayoría de los grandes estudiosos del libro sagrado de los cristianos, dice
que prácticamente se desconoce quiénes son los verdaderos autores hasta del Nuevo Testamento. Esto, porque en realidad
sus libros habrían sido escritos, hasta más de trescientos años después de la
muerte de Jesús, por grupos
organizados de personas que jamás conocieron al Nazareno.
Emblemáticos y prestigiosos estudiosos aseguran
que la decisión de escribir la Biblia,
inicialmente, correspondió a un específico emperador.
Por otro lado, el término apócrifo (griego:
απόκρυφος, oculto, secreto; latín: apócryphus) hace referencia a
textos religiosos en contextos judíos o cristianos,
que no han sido incluidos en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, de la Biblia israelita, así como tampoco de ninguna
de las distintas Biblias usadas
por distintos grupos de cristianos.
Me permito recordar que
reyes, dignatarios y millonarios han “fabricado” sus propias biblias, ajustando
éstas a sus intereses privados. Entre traducciones y “ajustes” particulares, no
sabemos cuál es la verdad dentro de las verdades bíblicas que nos han llegado.
Quizás partiendo de postulados semejantes fue que Albert
Einstein escribió en la carta de su puño y letra del 3 de enero de 1954,
a su amigo y filósofo Eric Gutkind: La palabra Dios no es más que
la expresión y el fruto de la debilidad humana, y la Biblia, una colección de
honorables leyendas primitivas, las cuales, no obstante, son bastante pueriles.
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