Eventos a los que jamás asistiría...
En cierta ocasión una artista, que alguna vez creyó en los más elevados y consagrantes rigores del buen Arte, me solicitó no ir a ver una producción teatral en la que intervendría porque ésta no resultaría de mi agrado.
Por supuesto que la petición en cuestión era innecesaria. Procuro no asistir a eventos en los cuales los artistas que van a escena no asumen, por sobre sus intereses y egos, un serio compromiso con el Arte verdadero.
No puedo ir a ver una obra donde la vulgaridad no se utiliza, al menos, como recurso provocar, sino para engatusar con el mal gusto al público teatral. Esto de por sí es ya un grave insulto al Teatro y a los espectadores dominicanos; por aquello de que los están tildando de idiotas, lerdos y estúpidos. Tampoco voy a ver el evento escénico en donde no participan verdaderos artistas. Igual me niego a ir a ver realizaciones teatrales intrascendentes.
Todavía resuenan en mis oídos los merecidos aplausos a la hermosa realización teatral de “Master Class”. Todavía escucho las palabras radicales de María Callas cuando expresa que en un escenario no debe tener cabida lo mediocre y lo prosaico. El premio que le dio nuestro público a esa obra es un reconocimiento al Arte expuesto en ella como ritual.
Cuando María Castillo y Ángel Haché nos regalaron su “Banco de parque” no requirieron de lo barato para lograr la masiva asistencia del público.
Cuando La Carretero, Karina Noble y Kenny Grullón subieron a escena para conmover con sus respectivas caracterizaciones en “Orquídeas a la luz de luna” estaban pensando en el Arte más que en un efímero y cuestionado éxito de taquillas. Empero, fueron premiados con un mes completo a sala llena.
He visto a un Manuel Chapuseaux y una Nive Santana
radicalizados en procura de una estética escénica. He presenciado obras
de Claudio Rivera y Viena González donde la calidad es la que atrajo al
público.
Cuando Iván García presentó su mil veces magnífica “Interioridades” se mantuvo inmaculado, impecable y profundamente estético.
Elvira Taveras da variadas lecciones de Arte y ética con su “Señorita Margarita”. ¡Bravo!
Preocupado y alarmado solicito que caiga rápidamente el... ¡Telón!
En cierta ocasión una artista, que alguna vez creyó en los más elevados y consagrantes rigores del buen Arte, me solicitó no ir a ver una producción teatral en la que intervendría porque ésta no resultaría de mi agrado.
Por supuesto que la petición en cuestión era innecesaria. Procuro no asistir a eventos en los cuales los artistas que van a escena no asumen, por sobre sus intereses y egos, un serio compromiso con el Arte verdadero.
No
asisto a ver realizaciones escénicas de factura estrictamente
comercial y que renuncian a las esencias que nos obligan a permanecer
haciendo Teatro. No asisto a ver ese teatro de factura donde sus
mentores condicionan la duración de la obra a la reacción hilarante de
sus posibles espectadores. No. No lo hago.
No puedo ir a ver una obra donde la vulgaridad no se utiliza, al menos, como recurso provocar, sino para engatusar con el mal gusto al público teatral. Esto de por sí es ya un grave insulto al Teatro y a los espectadores dominicanos; por aquello de que los están tildando de idiotas, lerdos y estúpidos. Tampoco voy a ver el evento escénico en donde no participan verdaderos artistas. Igual me niego a ir a ver realizaciones teatrales intrascendentes.
Todavía resuenan en mis oídos los merecidos aplausos a la hermosa realización teatral de “Master Class”. Todavía escucho las palabras radicales de María Callas cuando expresa que en un escenario no debe tener cabida lo mediocre y lo prosaico. El premio que le dio nuestro público a esa obra es un reconocimiento al Arte expuesto en ella como ritual.
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La Carretero como Dafne |
El primer personaje de la divina Carlota Carretero en “Quíntuples”
está lleno de coquetería. Sin embargo, ella logra transmitir al público
todo el erotismo de su creación teatral mostrando sus atributos... artísticos. No tuvo que decir una palabra descompuesta, ni recurrir al
astracán, ni mover sus caderas encima de algún objetos para que los espectadores la aplaudieran a rabiar y se
divirtieran con unas dudosas "geniales" ocurrencias. Ninguno de los
personajes de esa obra procura la risa de los espectadores mediante
payasadas.
Cuando María Castillo y Ángel Haché nos regalaron su “Banco de parque” no requirieron de lo barato para lograr la masiva asistencia del público.
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La Gaviota |
Cuando Rafael Villalona hace su gran exhibición de buen Arte con “La guerrita de Rosendo" nos comprometió a todos a procurar lo más elevado dentro del Teatro nuestro de cada día. Cuando junto a la creme de la creme en ese momento, actué en "La Gaviota" esto fue reconfirmado.
Cuando La Carretero, Karina Noble y Kenny Grullón subieron a escena para conmover con sus respectivas caracterizaciones en “Orquídeas a la luz de luna” estaban pensando en el Arte más que en un efímero y cuestionado éxito de taquillas. Empero, fueron premiados con un mes completo a sala llena.
Milagros
Martínez, con un cuerpo siempre escultural, asombró a los espectadores
dominicanos con el más delicado desnudo que se recuerda aquí: "La virgen de los narcisos". No necesitó vender en arte barato su anatomía.
Cuando Germana Quintana y Lidia Ariza nos recompensaron con “Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos”, se cuidaron muchísimo de nunca caer en la grosera trampa del mal gusto.
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Cuando Iván García presentó su mil veces magnífica “Interioridades” se mantuvo inmaculado, impecable y profundamente estético.
Elvira Taveras da variadas lecciones de Arte y ética con su “Señorita Margarita”. ¡Bravo!
He
hecho sonar atabales en mis obras, desde Santo Domingo hasta París. He logrado que Dante Cucurullo lleve
a mis escenas címbalos y cencerros. He puesto en el Teatro Nacional las
caretas de diablos como detonantes infernales. Le pedí a Camus que me
prestara su “Calígula” y crucé con ella épocas culturales. Puse una prostituta a interrumpir "La conferencia". Logré que "El Gato Negro" se vengara. Resucité siete muertos de "El barrio 7 tumbas"
para que contaran sus historias. Con ayuda de Luis Rafael Sánchez,
Carlota, Monina, Karina, Pepito Guerra, Lina Hoepelman y treinta
actores más le enseñé a un público, en el desaparecido Nuevo Teatro, "La pasión según Antígona Pérez". Convoqué a "Duendes y locos de las dunas" para que contaran sus historias sobre la arena. Hablé con María Félix de olores, amor prohibido y espejos en "El perfume del incesto". Construí un circo para mostrar la verdadera identidad de "El Sucesor".
Susurrado por Iván García he hablado en los escenarios de "Los Tiranos", de "Soberbia" y de "Andrómaca". Con Albert Camus asistiéndome hice "Los Justos" y "El Malentendido".
Recientemente logré que Fiora Cruz, Yorlla Castillo y Mario Lebrón
explayaran sus infinitos talentos teatrales en la escena. Estaban, eso
sí, "Obsesionados en el 507" con el cine y con la muerte.
He hecho todo esto sin siquiera tener una ligera tentación de prostituir mi gusto artístico.
Luego
de éste breve resumen de realizaciones teatrales de colegas entrañables
y mías; declaro que, por supuesto, no asisto, ni asistiré, a ver la
negación del Arte que tanto amo.
Preocupado y alarmado solicito que caiga rápidamente el... ¡Telón!
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