Cultura del pesimismo y cultura del optimismo
Hay los que cantan con amargura y parecen apostar a la quiebra total de los cimientos sobre los que descansa nuestra República. Para estos ya no hay esperanza. Nuestro país, para el pesimista profesional, es una nave que navega dando tumbos de borrachos en océanos oscuros. Lo que vaticina el fracaso absoluto e irremisible del proyecto de Nación. Allá ellos.
Empero, también hay los que nunca se dan por vencidos. Los que a partir de un pequeñito reflejo que penetre por un ínfimo intersticio aguzan ojos, oídos y Razón para propiciar un renovador proyecto de certidumbres. Coloquen a este artista y escritor en ese grupo.
De esa misma pasta estaban hechos nuestros independentistas cuando, a pesar de la bruma histórica, desde lo “imposible” idearon, conformaron y conquistaron nuestras condiciones de Nación. Por supuesto que en aquel entonces también existían los que dudaban y los que no creían. Igual que los pesimistas de ahora… aquellos estaban equivocados.
Al dominicano sensible y orgulloso le preocupa en demasía, a parte de las dificultades y complejidades cotidianas, la imagen que se ha estado construyendo del país en muchos estamentos internacionales. Es, ciertamente, altamente preocupante las calificaciones que tenemos en los renglones de la educación y la corrupción.
En los partidos políticos no parece haber un real interés por estos asuntos, salvo cuando se utilizan para fines meramente electorales. Y aun en ese sentido nunca ha sido abordado el tema de la falta de ética con sensatez y sinceridad. Por eso es notorio que una vez concluida la campaña electoral, el discurso ético, estratégicamente asumido, es echado a un lado.
No podemos, visto esto, apostar al futuro si no trazamos el viaje pensando en naves educativas. Y no conquistaríamos muchos metros si no quitamos del trayecto esos obstáculos terribles que constituyen las rumbas de corruptos.
Las primeras acciones del gobierno actual parecen indicar un comportamiento sostenido en un plan determinado. El compromiso asumido en la campaña electoral sobre la educación parece que se cumplirá.
Pero también comienza a notarse —¡Por fin!— un relanzamiento ético del país. No está ocurriendo con falsas espectacularidades escénicas. Nada de eso. Se está dando con la prudencia que ameritaba, dado el hecho de que sería imposible utilizar, esta vez, el clisé político de “la culpa de todo es del otro”. Ingenuos, o demasiado ilusos, hubiésemos sido si esperábamos esto.
Estoy en el disfrute pleno de mi medianía de edad. Una gran parte de mi vida ha estado ligada a luchas sociales y quehaceres culturales. Esto me ha permitido identificar otros clisés que ya resultan antológicos en nuestro país: 1: esta gripe es la peor de todas (siempre), 2: la cosa está mas dura que nunca, 3: esta vaina ya si se fuñó y 4: a este país ni Checheré lo salva.
No obstante, el comportamiento del país es diferente. Siempre salimos vivos de nuestras influenzas. Si las “cosas” fuesen repetitivamente duras nos hubiésemos convertidos en materiales insensibles y nada dúctiles. Si, como nos vaticinan constantemente los agoreros, nos hubiésemos fuñidos, hoy seríamos parte de un protectorado y no de un país que traza su destino a pesar de nuestras limitaciones económicas y geográficas. Y, gracias a Dios, Checheré nunca termina de llegar para cobrarnos las cuentas finales, como aseguran sus diabólicos adeptos.
Mas allá de los slogan, de la quejumbre nacional, del pesimismo de unos cuantos y de la cultura apocalíptica (para algunos buen negocio) de otros; nuestro país se sostiene y avanza. Tenemos que convencernos de esto para lograr impulsar la creatividad nacional.
No es un decreto humano o divino que sacará a nuestros pobres de sus desdichas. No.Tampoco un acto de prestidigitador eliminará la ya preocupante criminalidad. No. Es la oportunidad de una educación digna y todas las posibilidades que esto conlleva lo que operará el milagro.
Como veo las cosas, la ignorancia ha sido el caldo de cultivo de los diferentes modelos de delincuencia. Si atacamos desde ahí el progreso ocurrirá. De ello estoy convencido.
Y para ser honesto, el actual aun y joven gobierno ha enseñado unos destellos alentadores. Por supuesto que uno espera ahora que encienda potentes reflectores y que haya energía eléctrica para alimentarlos. Creo haber percibido señales para motivar mis esperanzas. Voy a apostar al futuro. Tengo que hacerlo. ¡Malditos sean los que quieren destruir nuestras quimeras!
¡Corran… Telón!
Publicado en:
http://www.acento.com.do/index.php/blog/6117/78/Cultura-del-pesimismo-y-cultura-del-optimismo.html
http://almomento.net/articulo/119745/Cultura-del-pesimismo-y-cultura-del-optimismo
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